miércoles, 22 de julio de 2015

Sobre el libro imprescindible Los mitos del franquismo, de Pío Moa

En el día que se aviva la polémica por quitar una plaza dedicada a Juan Vázquez de Mella, un intelectual filósofo y político de la Restauración -no del franquismo- para dedicarla a un activista sexual -el poder prefiere que la gente no piense, sino que se embrutezca-, he tenido tiempo para escribir sobre este libro fundamental, que terminé hace pocos días: Los mitos del franquismo, de Pío Moa, que espero sea tan leído como su magistral obra Los mitos de la Guerra Civil, que contribuyó a despertar a una inmensa parte de la sociedad dispuesta a tragarse sin crítica alguna la propaganda de la izquierda.

Cuando tres años después de Gobierno de Rajoy continua vigente la infumable y seguramente anticonstitucional Ley de Memoria Histórica promulgada por Zapatero y que pretende imponer por la vía de la legalidad lo que debe quedar reservado para la investigación y discusión de los especialistas, Pío Moa publica un libro imprescindible para el presente de España, pues se está imponiendo la visión de un pasado absolutamente falsa, lo cual provoca dos efectos poderosamente adversos: paraliza a la derecha sociológica y a la política -incluso a las nuevas formaciones que quieren surgir-  porque quedan neutralizadas en sus complejos y legitima los crímenes aberrantes de aquel totalitarismo que quiso acabar con toda una nación y toda una historia, como sentenció Lerroux justificando el Alzamiento.

Pío Moa desmonta uno por uno mentiras asumidas incluso por los descendientes ideológicos, y también los biológicos, de quienes se rebelaron contra el totalitarismo rojo que se quiso imponer, acabando antes con la II República que había sido defendida en el 34 por quienes después se alzarían en el 36, no para salvar una democracia ya inexistente sino a toda una nación y a toda una tradición cultural cristiana, como afirmó Lerroux. El libro recoge citas de políticos nacionales extranjeros, y no precisamente favorables al franquismo, que reconocen el gran esfuerzo del régimen, con resultados muy positivos, en muchos ámbitos de la vida nacional.

El libro aporta muchísimos datos para desmontar los tópicos sobre la represión, la cultura, la pobreza, el desarrollismo, la persecución a las lenguas regionales, los presos y también con datos incontestables refleja la sociedad de aquellas décadas, tan distinta de la actual y en muchos casos, realmente mejor, sobretodo esos datos que Pío Moa agrupa en un concepto interesante y fundamental en la historia, la salud social, esto es, grado de protección a los trabajadores, número total de presos, y de delitos, y de divorcios, y de suicidios...

No les cuento más, léanlo porque van a descubrir algo fundamental para el presente, algo que es imprescindible para articular una nueva derecha en España, que debe partir sin complejos por el pasado para poder hacer hoy política de verdad, tal y como hicieron entonces políticos generalmente honrados y muy capaces, impulsando el desarrollo de una nación devastada por su pasado turbulento, hasta el punto de crear una sólida clase media y una potente estructura industrial que permitieron la llegada de nuestra democracia ya malbaratada por los políticos actuales, corruptos y demagogos.


sábado, 18 de julio de 2015

Por qué ya no puedo militar en VOX

El 20 de enero del año 2014, a los cuatro días de crearse VOX, di una serie de razones por las cuales decidí apoyar y trabajar por el éxito de un nuevo proyecto. En ese artículo también decía, con prudencia y desconfianza, que si me equivocaba sabría rectificar, consciente de que algunos pueden actuar movidos por lo que yo pueda decir... Es cierto que VOX nacía con una tara: ser el partido que debía mantener el puesto de Vidal Quadras en Europa. A pesar de eso, siempre he comprendido bien lo de los renglones torcidos y lo del trigo y la cizaña, y por eso creía con toda sinceridad que VOX podía y debía convertirse en el gran espacio de la derecha que defiende la unidad de España y ciertos principios básicos de nuestra tradición cultural cristiana, como después explicó de forma excelente Santiago Abascal en un artículo en Libertaddigital pero que muchos de los cargos de VOX no han tomado en serio y han ignorado. También es cierto que desde los inicios VOX había marcado ciertas líneas para delimitar a quiénes no quería admitir en esa casa de la derecha... Me acuerdo de sus sabias advertencias... Por miedo y complejos, por no parecer radical... Pero, ¿alguien cree que a Podemos le perjudica electoralmente su radicalidad o el apoyo de grupos de izquierda claramente antisistema? ¡Al contrario!

Tras el fracaso de las elecciones europeas, visto con optimismo como explico en mi libro Del PP a VOX, porque se podría reconducir al proyecto con fines más nobles que colocar a la gente, se desató una crisis interna que solo podía superarse modificando los estatutos y asegurando el liderazgo potente y efectivo de Abascal, el único líder que realmente podía ser nuestro capitán. Para ello, no se me olvidarán los días de Santander hace justo un año, donde viví una gran experiencia política -yo antes nunca había estado en ningún partido- preparamos con buenos amigos la asamblea del 26 de julio para votar los estatutos, tal y como explico en el libro que he citado. El debate sobre el tipo de partido era realmente interesante. Muchos teníamos clara la necesidad de un liderazgo de un presidente fuerte, elegido democráticamente pero con poder real y no gobernado por diferentes órganos que obstaculizan el partido como al final ocurrió, frente a la adoración de la democracia interna actual, que supone realmente una tomadura de pelo, una falsedad más, como vemos en todos los partidos. Sobre la tomadura de pelo de las primarias en los partidos hay muchas reflexiones interesantes, como las de Almudena Negro, porque lo que realmente demandan los ciudadanos no es colocar candidatos en los partidos, sino poder elegir representantes directos, esto es, acabar con las listas cerradas y tener un sistema en el cual el diputado responde ante los electores, no ante el partido que lo elige. Pero esto es otro tema...

Pasado este año y medio de lealtad al proyecto, tengo que decir que ya no puedo mantenerla. No pienso criticar ni juzgar a nadie en concreto, y mucho menos dar pábulo a cotilleos. Siento el máximo respeto por el papel de Santiago Abascal y por muchas personas que siguen en VOX. A Santiago le considero mi amigo y no voy a tener ningún inconveniente en seguir prestándole mi ayuda y consejo cuando me lo pida. VOX ha tomado una serie de decisiones que no comparto, he conocido una serie de hechos que me repugnan y no puedo participar en un proyecto político en el que no conozco ni las líneas fundamentales básicas, ni los objetivos de fondo, porque aquel liderazgo fuerte que propugnamos hace un año y que acabo de comentar se ha convertido en una camarilla incapaz de liderar el proyecto, incapaz de mantener la ilusión, que envía mensajes contradictorios y que, además, cuando quiere, dice cosas contrarias a las pocas líneas marcadas por el presidente del partido o a las ponencias escritas con esfuerzo por los miembros del consejo político y con la colaboración de centenares de afiliados. Hace unos días dimití del consejo político precisamente para evitar discusiones bizantinas y así poder seguir siendo leal al proyecto, porque pensaba que así evitaría quemarme. En estos últimos días he conocido formas de actuar y pensar que no vienen al caso pero que se han impuesto en el partido y que no se corresponden, en absoluto, ni con mi forma de ser ni con mi forma de pensar. Ya me costó seguir apoyando a VOX cuando se fueron personas como Joaquín Javaloys o Fernando Paz...

Creo sinceramente que el proyecto VOX ha perdido su oportunidad, como señalaba hace pocos días Pío Moa en Twitter. No soy de los que dicen, cuando ya es tarde, lo que se debía haber hecho, porque llevo desde enero de 2014 apoyando el proyecto lealmente y a veces con mucho trabajo y esfuerzo. En este tiempo he tenido discusiones desagradables con personas amigas y con miembros de mi familia y tengo que reconocer, pasados los meses, que yo no tenía la razón, que yo estaba demasiado ilusionado con mi militancia, quizá una mezcla de ingenuidad y apasionada lealtad, quizá también vivía un sueño desesperado en el que me empeñaba en que existiera una derecha decente en España... La militancia política en un partido es algo demasiado importante, demasiado serio, porque te identifica públicamente con una serie de ideas y personas. Pues bien, yo ya no puedo estar identificado con el proyecto de VOX. Me ha costado mucho escribir estas líneas, pero me cuesta mucho más no deciros la verdad. Lo siento por Santiago Abascal, creo en su papel político, pero su claridad de propuestas básicas y cercanas a lo que muchos españoles están demandando están ahora mismo secuestradas y bloquedas, no se de qué manera pero eso es lo que percibo, por una camarilla incapaz, que tiene muchos complejos y nula experiencia política. Se han ido muchas personas válidas de VOX que solo vinieron a apoyar, sin pedir nada a cambio. Eso no ha servido para reflexionar ni para rectificar. Ahora, VOX parece un club donde las decisiones más arbitrarias las toman dos o tres personas, donde las promesas de transparencia están bien escondidas y en el que se improvisan consignas en vez de preparar argumentos sólidos sobre las polémicas actuales, se trate de Grecia, de la crisis de la Unión Europea, de la memoria histórica o del fracaso del régimen de 1978 que padecemos hoy.

Todo esto es lamentable, porque uno tiene la sensación de haber perdido el tiempo, pero de todo se aprende. Quizá esta experiencia nos sirva para sumar y no cometer los mismos errores en el futuro. Porque dos cosas sigo teniendo claras: primero, que España necesita un partido que convoque, una fuerza patriota, con preocupación social por los españoles perjudicados por el despilfarro y la corrupción, sin complejos, enfocado en el tiempo actual, radicalmente antisistema y, segunda, que VOX ha renunciado a serlo.

lunes, 6 de julio de 2015

La derecha paralizada por sus complejos

Estamos viviendo momentos de grandes cambios, mejor dicho, convulsiones. Se vienen abajo concepciones que parecían inmutables. Predomina una degradación moral generalizada. Nos sentimos arrasados. Predomina la incertidumbre. Nos resulta casi imposible transmitir a nuestros hijos lo que nos enseñaron, porque parece que les enviamos a la guerra contra este mundo desnortado...

Miramos hacia Grecia contemplando cómo se desmorona la Unión Europea. Nuestra capital dedica una semana a celebrar el orgullo de quienes a la vez, y contradictoriamente, dicen querer vivir en la normalidad... Las presiones del lobby gay, de la mano de los ideólogos de género, vienen a invertir los cimientos de toda una cultura y una civilización sin encontrar resistencias... Y piden respeto cuando se mofan de las convicciones íntimas de muchos seres humanos. Si ponemos los ojos en Occidente, vemos como Estados Unidos e Irlanda también se suman a las naciones dominadas por el poder del lobby rosa. En España, todos los partidos han propuesto poner banderas particulares donde solo deben ondear las de todos. Si ponemos los ojos en Oriente Próximo, vemos a millones de cristianos perseguidos, masacrados, expulsados de su tierra por el salvaje terrorismo del Estado Islámico que fue alentado por oscuros intereses... El panorama es desolador. Tenemos mil frentes que nos atacan por todos lados y ni siquiera sabemos organizarnos para resistir...

Quizá haya que preguntarse con angustia si realmente queremos enfrentarnos, si realmente queremos resistir, si tenemos ganas de luchar o si aún creemos que vale la pena dar la vida por algo y por alguien... Ante las amenazas descritas, no se atisba reacción sólida alguna. Ni tampoco podemos confiar ya en el cuanto peor mejor, porque apenas hay fundamento para apoyar la reacción. A nivel político, en nuestro país, en las proximidades ideológicas de lo que puede considerarse aún derecha, descartado el Partido Popular, se mantiene la parálisis, dicen que por diferencias nimias y matices, pero yo creo que se debe sobretodo a los complejos. Veamos:

Nadie se atreve a condenar con contundencia las masacres de los terroristas islamistas, como nadie se atreve a defender con empeño y eficacia a los cristianos perseguidos. Nadie se atreve a condenar como merecen las mofas contra la religión cristiana que cada año se nos restriegan durante las manifestaciones del orgullo gay, como nadie se atreve a defender la familia como un bien moral necesario. Nadie es capaz de distinguir a la izquierda radical griega de los abusos de la burocracia de la Unión Europea, y pretenden que toda la culpa la tengan quienes acaban de llegar el poder sin que lo sea de los viejos políticos que corrompieron y destrozaron a su nación con la complicidad y el interés de los países europeos y de las instituciones internacionales que hoy pretender recuperar el dinero, nuestro dinero, con el que jugaron como en un casino... Nadie habla claro, porque vivimos como nunca un totalitarismo ideológico e informativo. Nadie se atreve porque todos sentís pavor de poder ser catalogados como fachas, ultraderechistas, católicos u homófobos, descalificaciones que veis como terribles y que sólo la izquierda progresista en alianza con la ultraizquierda radical, decide imponer como paso previo al asesinato civil e intelectual. Buscáis términos de todo tipo para que no os consideren como realmente sois. ¿Acaso veis algún complejo en Podemos? ¿Por qué la izquierda sigue presumiendo de sus peores criminales y vosotros no os atrevéis a estar orgullos de vuestros grandes hombres, patriotas decentes, servidores honrados y leales de la nación? Y por supuesto, tampoco nadie desde la derecha se atreve a denunciar contundentemente las desigualdades y las injusticias ocasionadas por los gobiernos y sus alianzas corruptas con las grandes corporaciones, porque tienen miedo de que se les identifique como enemigos de esa extraña libertad de los ultraliberales... Nadie se atreve desde la derecha a hacer política de verdad para la gente que nos está llamando, porque quizá se nos han olvidado todos nuestros principios... Y luego nos extraña que arrasen las viejas ideas del rencor, el odio y la misera... ¿Acaso es que no queremos dar la batalla con todas las consecuencias?


Han logrado paralizaros porque habéis asumido la superioridad moral que la izquierda se autoconcede, dedicáis las horas a reflexionar sobre vuestros complejos, creéis que la políticas solo es un poco de macroeconomía y constantemente intentáis que no os califiquen los poderes progresistas. Así no podrá lograrse nada. Porque no estáis pensando en cómo defender lo que más amáis, sino en cómo entrar en el juego de los que nunca dejarán de odiarnos. Si ya os van a insultar, ¿por qué al menos no intentáis defender vuestros principios sin miedo, con contundencia y con total claridad para vencer los complejos que os paralizan?