lunes, 29 de julio de 2013

Conversaciones sobre prioridades: ¿ideología o España?

Dedicado a Fernando, Luis, Agustín, Ricardo y Jaime.


La pregunta es muy densa, el debate es complejo y, si no se tiene ánimo de una gran nación de ciudadanos libres como siempre hemos defendido los españoles, entonces es enconado, destructivo e inútil…

En los últimos días he tenido conversaciones apasionantes con diversas personas acerca del momento de emergencia nacional y, quizá, mundial. El mismo Papa Francisco ha dicho en la JMJ de Río de Janeiro que “no estamos viviendo una época de cambios sino un cambio de época”. El resultado de éste cambio no puede más que depender de nosotros. ¿Qué queremos hacer?

En este blog se han expuesto, con mayor o menor capacidad, las prioridades del momento.  Aún así, da la sensación de que muchos no comprenden el reto de nuestros días y, como en otros momentos de la historia, se pierden oportunidades magníficas para reformar o, incluso, construir desde los cimientos. Emerge de nuevo la España contra España, recomendable libro de Pío Moa (LibrosLibres).

Muchos optan por esconderse en la ideología sectaria, uno de los cánceres de nuestro tiempo –que vive aún de las ideas del siglo XVIII-, pues clasifica y separa a las personas. Otros no alcanzan a entender que nuestros problemas económicos nacen de una crisis más profunda: política y, sobretodo, moral. Y en general predominan quienes, confundiendo la exposición de la doctrina de la cátedra con el juego político del debate y la opinión, se pierden en la compleja tarea del servicio público, arte del pacto y de la habilidad dialéctica.

Hoy en día, en España, ya no se trata tanto de defender unos principios –por supuesto que sí, entiéndase bien lo que voy a afirmar- sino de construir un sistema político donde se puedan defender los principios. Porque hoy padecemos una omnipresente casta política corrupta comprometida con la élite financiero-empresarial en la que las ideas son intereses, la democracia es una excusa y la justicia una manera de tapar sus escándalos.

Así, son muchos los españoles que, olvidando sus maximalismos que dividen, deben unirse para defender un cambio radical de la reglas del juego para poder defender ideas y principios con libertad, de manera que medios de comunicación, justicia, empresas y el resto de organismos e instituciones de la nación estén al servicio de los ciudadanos y no de sus propios y oscuros intereses.

Cuando se hayan definido las condiciones políticas en las que el juego de contrapesos y los organismos de control puedan ejercer su función frente al poder y no a su servicio, cuando los medios de comunicación sean independientes de los partidos, cuando la justicia pueda actuar con eficacia y rapidez, cuando los partidos liberen los espacios de libertad que arrasaron, entonces el debate político sobre ideas, principios, valores, sólo podrá generar, en condiciones de normalidad y de libertad, una sociedad mucho mejor, más próspera y más sana.


Por tanto, “el cambio de época” exige altura de miras, dejar el sectarismo, estudiar la historia para aprender de los momentos semejantes y de los errores garrafales de nuestros últimos siglos, empaparse de las demandas de los españoles de bien que trabajan más de medio año para satisfacer los despilfarros de los políticos de todo color, defender por encima de las ideas, España, –porque eso nos une a casi todos- y así, siendo generosos y patriotas, lograremos situarnos adecuadamente en la misión histórica que nos toca, porque el patriotismo auténtico aglutina, emociona, cambia los corazones e ilumina las mentes, que somos muchos que al escuchar España sentimos nuestra mejor Historia, nuestro papel mundial y nuestro orgullo, las ganas de un futuro mejor y, por encima de todo, sentimos cómo resuena potente el misterioso clamor de millones de españoles del pasado que nos exigen que mantengamos la nación que nos legaron, para que nosotros cumplamos el mandato de transmitirla –cueste lo que cueste-, íntegra, unidad y en paz, a nuestros hijos. La tarea es difícil, pero es nuestro deber.

jueves, 25 de julio de 2013

Santiago: la unidad de España siempre se muestra frente a la tragedia

Ha sido un infierno, una fiesta del mal. Un cúmulo de errores -esperemos que solamente eso-, hierros retorcidos, fuego, 78 muertos, muchísimos heridos... Víspera de Santiago, fiesta de España, la gran nación que nunca dejará de serlo...

La nación no se mide por los errores, por los fallos, por las miserias de algunos. La nación no se refleja en ciudadanos asqueados, pesimistas, asustados, paralizados... España no es el resumen de las acciones de sus enemigos, externos o internos. España no es una historia olvidada, ni un viejo sueño de grandeza. España no es esa nación decrépita, perdida, manipulada, pesimista o corrupta que quieren imponer los que quieren hacer del mal una norma social. No. Ni tenemos lo que nos merecemos ni somos como dicen.

La nación es la respuesta al desafío, levantarse doloridos, afrontar el reto, subir montañas de la mano. España es la reacción frente a todos los enemigos, aún seamos nosotros mismos. España es también su gran historia: la nación ha respondido como siempre por encima de sus dirigentes para los cuales todo se reduce al interés miope de una política envenenada. España es lo que no suelen mostrarnos los medios en su vida diaria: esos ciudadanos ejemplares y honrados que cuando toca hacen cola para donar sangre y mantas. Como siempre ha sido, la nación existe, aun sea en pocas almas generosas, y bastan algunos hombres buenos para defenderla, para que sobreviva y mantener su unidad.

"La nación no está sujeta al comercio de los hombres, es sagrada, no se negocia su unidad, es un legado de honor que nos comprometemos a entregar intacto a nuestros hijos", escribió mi abuelo Blas Piñar en febrero de 1979, afirmando el patriotismo frente a los peligros que entonces se gestaban contra España. Desde entonces mil ataques ha sufrido y más aún sufrirá la nación.

Pero de igual manera que frente al tren descarrilado han surgido miles de españoles para socorrer a los heridos, para salvar vidas, para rezar por los cadáveres y consolar a los familiares, así también, porque siempre es y será así, la nación que tenemos en el alma se levantará poderosa frente a los intentos continuos de los traidores para hacer fracasar el viaje de España. Ya trabajamos, ya nos movemos, ya hay muchos españoles preparados.

Como siempre, también han surgido miserables oportunistas, esos traidores dispuestos a sacar ventaja de la tragedia colectiva, esos que desean el fracaso de España. No lo van a lograr. En ésta fiesta del Apóstol Santiago marcada por la tragedia, hemos visto también toda una esperanza de reacción: que no tengamos que llegar al límite para ponernos de una vez a defender, como tantos españoles de la Historia, nuestra preciosa tradición y nuestra sagrada unidad. 

Mis oraciones por los fallecidos, por sus familias, por los familiares heridos, por el maquinista, por los responsables políticos, por toda la nación. Viva España siempre.

lunes, 22 de julio de 2013

Los patéticos argumentos para defender al PP de Rajoy

Después de unos tensos días en relación a las revelaciones del El Mundo acerca de los conocidos como papeles de Bárcenas llegó la reacción, durante la última semana, orquestada desde las mismas entrañas de Moncloa, para  apuntalar, de acuerdo con quienes menos nos lo esperábamos, al Gobierno a punto de desmoronarse.

Como cuando las investigaciones del 11M –entonces fue aún más grave-, ha sido vergonzosa la alianza entre PRISA y el ABC -y otros de menor importancia-, todos medios del sistema del apaño, para defender a Rajoy de una inventada campaña de acoso por parte de un director de periódico que, por otra parte, ya conocemos de sobra en sus interesados movimientos. Es cierto que El Mundo defendió a Bono de las escandalosas y ciertas revelaciones del Grupo Intereconomía –algún día lo entenderemos del todo, pero ya sabemos algo-, pero también es cierto que El Mundo ha aportado revelaciones que han supuesto un gran servicio a los españoles, fueran escándalos del PSOE (ERE, Campeón, Faisán, 11M, GAL), del nacionalismo (financiación CiU, Pujol) o del PP (ático de González, Gescartera). Y no todos pueden decir lo mismo.

Que personas medianamente inteligentes afirmen en éste país que debe hablar la Justicia para poder criticar a Rajoy -¿como en el Caso Campeón?- es realmente una muestra de servilismo repulsivo. Otros directamente tienen la caradura de apelar a la estabilidad política de la nación para pedir que cesen las revelaciones sobre la más que posible financiación ilegal del PP, cuando lo que provoca inestabilidad política es el sistema de corrupción que padecemos. Unos pocos tachan de falsedades los archivos de Bárcenas, cuando hay cargos del PP que han reconocido haber cobrado sobresueldos. Menos han intentado defender al Presidente de sus propias mentiras, cuando se ha sabido, por los SMS, que Rajoy mantenía un contacto amistoso con Bárcenas, al que ascendió, pagó y dio despacho aun habiendo sido imputado.

No sabemos qué consecuencias tendrá el Caso Bárcenas –mejor el Caso Rajoy- porque no tenemos aún claro si las maquinaciones de Soraya Sáenz de Santamaría en tándem con el siempre oscuro y ambicioso Gallardón pretendían suceder a Rajoy o derrocar a su enemiga Cospedal. Lo que sí sabemos es que la siniestra partitocracia está corrompida, por propia naturaleza, a todo nivel, que donde no hay primarias todo se resuelve con puñaladas traperas y que cuando la justicia no es independiente podremos tener –como ha pedido Ansón, guardián del apaño coronado- una amnistía para que los corruptos sean perdonados y la fiesta continúe, cosa que ya ocurre, por cierto...

Inquieta que aún haya millones de votantes del PP –se suponía gente de cultura media, habitantes de las urbes y lectores inteligentes- que se hayan tragado toda la reacción del Gobierno para que perdure la fiesta del despilfarro público, la falsa democracia, el criminal y constante aborto, la liberación de etarras, los impuestos socialistas y una corrupción preferible –según ellos- a la del PSOE –porque es la de los nuestros-.


Así, en ésta situación, con una sociedad que decide ser cómplice, por miedo o por interés, de quienes la están destruyendo, se nos pone muy difícil la regeneración política. De momento, por tanto, no se percibe salida de la crisis: la sociedad cree que hay basura menos asquerosa sólo porque no es la de la izquierda, cuando la basura suele ser siempre repugnante y socialistas acaban siendo todos…

lunes, 15 de julio de 2013

NO ES EL CASO BÁRCENAS, ES EL CASO RAJOY

No estamos ante el caso Bárcenas. Estamos ante un producto más de la partitocracia corrupta coronada que nace del consenso del 78. No se trata sólo de las comisiones ilegales recaudadas y repartidas por un Tesorero que se ha visto abandonado y encarcelado por sus antiguos conmilitones, estamos ante una gestión desastrosa y una lucha interna de poder propia de una mafia en la que las disputas se resuelven con amenaza, traición y puñaladas por la espalda, porque falta democracia interna en los partidos y sobra control político de la justicia.

No es el caso Bárcenas. No. Es el caso Rajoy. Porque Rajoy ascendió y nombró Tesorero a su amigo Bárcenas, a quien conocía bien desde hace años. Es el caso Rajoy porque una vez investido Presidente olvidó  programa, principios y promesas para servir al sistema de la corrupción, el régimen de la oligarquía de la Transición, el apaño de las 100.000 leyes autonómicas con sus 700.000 páginas de boletines, el consenso sobre los escándalos de la financiación ilegal, las concesiones de obras a los amigos, las privatizaciones oscuras, las fusiones dirigidas, las negociaciones con ETA, el espionaje desde el Estado, el silencio sobre la masacre del 11M, la banca rescatada con dinero de todos, los sobresueldos en cajas de puros y los medios de comunicación sometidos.

Es el caso Rajoy porque es Rajoy quien mintió con los impuestos, siguió con el proceso de concesiones a ETA, negoció a escondidas con el traidor y corrupto separatismo catalán financiando su independentismo quebrado, paralizó –Soraya manda mucho- la reforma de la ley del aborto, se negó a una reforma seria de la inmensa Administración que padecemos y volvió a mentir en relación a las tramas de corrupción y posible financiación ilegal del Partido Popular. Es el caso Rajoy porque el caso Bárcenas sólo ha estallado en la cara del Presidente cuando quiso aplicar su única doctrina política: no hacer nada más que intentar mantener el régimen de corrupción que está destrozando la gran nación que es España.

La crisis –ya muy larga- ha logrado ir despertando poco a poco a parte de la sociedad que no está dispuesta a consentir ésta estafa ni un día más y a Mariano Rajoy le atacan principalmente los suyos, porque el miedo a perder el poder es siempre más grande que la ambición por conquistarlo. Es cierto que quedan muchos militantes o simpatizantes adictos a una falsa lucha entre un PP y un PSOE que nadan de la mano en el mar de la corrupción: esos aún no ha entendido nada del sistema que padecemos. También es cierto que no nos estamos enterando de estas noticias del caso Rajoy –otro Padrino, según Pedro J. Ramírez dice con razón, dado lo que estamos descubriendo- porque exista una inquietud reformista o un deseo de regenerar la política, sino porque asistimos una durísima y sucia lucha de poder. Ahora bien, no podemos olvidar que sin escándalo no hubiera existido posibilidad de darlo a conocer. El problema no es que El Mundo publique lo que Bárcenas está destapando, sino que padezcamos un Presidente del Gobierno y toda una directiva del Partido Popular implicados en un turbio asunto de sobresueldos y financiación ilegal.

La sociedad debe estar alerta porque el consenso actúa para evitar el cambio y la Casa Real, PP y PSOE necesitan tapar, respectivamente y cuanto antes, los casos Urdangarín, Bárcenas y ERE. ¿Quién tiene ése poder ahora mismo? Se comenta que el Ministro de Justicia, un servidor del Régimen, que ha impedido que se abra pieza separada contra él mismo en el caso del dinero entregado por el Ayuntamiento de Madrid a Urdangarín, no ha movido un dedo –más bien al contrario- para meter a Bárcenas en la cárcel.

Entendamos de una vez que la corrupción es el propio sistema –ya en estado terminal-, porque el régimen legal con sus inmensos niveles administrativos es toda una organización para robar a los ciudadanos, causando un daño mucho peor que la mera extracción masiva de recursos. Porque la corrupción es un cáncer que se extiende mediante el mal ejemplo, que deslegitima las instituciones, que elimina incentivos básicos para crear riqueza de una manera legal, que incrementa los costes de todos los bienes y servicios y, en fin, provoca una situación de hastío y desconfianza de la que salir se hace cada vez más difícil.


Lo triste es que hemos tenido que llegar hasta aquí para que muchos se avinieran a aceptar que las causas de la profunda crisis general que padecemos están escritas en ése cansinamente elogiado oscuro consenso de la Transición. Bienvenidos sean esos nuevos críticos: cuantos más seamos los conscientes de las raíces del mal, más fuertes seremos para lograr la transformación institucional –la gran catarsis que comentábamos la semana pasada- que nos permita construir una auténtica democracia como la que merecemos todos los españoles, excepto esas élites y esas castas responsables del terrible deterioro que estamos viviendo.

martes, 9 de julio de 2013

LA CATARSIS POLÍTICA QUE NECESITA ESPAÑA

Comentarios al libro CATÁRSIS, se vislumbra el final del régimen,  Javier Benegas, Juan M. Blanco, Akal, 2013

En el día en que se publican comprometedores documentos para el Presidente del Gobierno –una muestra más de la íntima unidad entre corrupción y régimen partitocrático del 78-, he terminado de leer CATARSIS, un libro interesante no sólo por el brillante análisis de las causas de la deprimente situación nacional, sino por las valientes propuestas –puro sentido común-, para salir de ella.

Catarsis es un vocablo potente, que se usa más bien poco, y que por ello conviene definir con la RAE:
1. f. Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza.
2. f. Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones.
3. f. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.
4. f. Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso.
5. f. Biol. Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo.

Es genial: esta definición ya dice mucho del libro… Pero merece la pena leerlo: es un manual fundamental de pura política básica –para España, un tratamiento de choque-, escrito de forma amena, con notables ejemplos sacados de la actualidad y con propuestas de soluciones.

Es democracia básica frente a partirocracia corrupta. Y no sólo se refiere a la casta política, sino a las adheridas a ella: castas sindical, empresarial, financiera y mediática. Y también tiene su parte de crítica a los ciudadanos, que se han acomodado al sistema de la gran mentira socialista de un Estado inmenso que nos haría felices: si repasamos la historia de España comprobaremos que aquí es el ciudadano medio el que ha de tomar la iniciativa. Es responsabilidad de todos dejar de ser el país del sectarismo y los mitos ideológicos.

Encontrarán por eso, repetidamente, la exigencia de un Sistema de Libre Acceso, como propuesta frente a esas castas cerradas, oligárquicas, que tantos males nos causan.

Hay frases inteligentes: necesitamos aprender a crear riqueza, pues de cómo repartirla ya tenemos consumados maestros y por esto estamos como estamos; denuncias valientes: el entendimiento entre las oligarquías empresarial-financiera y la política se convierte en el principal obstáculo para un crecimiento económico estable y duradero y críticas ingeniosas a los periodistas autocensurados: desde el principio la propaganda del régimen se encargó de enseñar a la gente su particular forma de ser demócrata. Por ello, cualquier crítica al régimen se convertía en una crítica a la democracia.

El libro es toda una enmienda a la totalidad del régimen del 78, una partitocracia, que no democracia. Es una crítica detallada realizada desde una concepción auténticamente democrática y, como no puede ser de otra manera, desde una visión de respeto a la libertad e iniciativa personales, al libre mercado y a la libertad económica que exigen y sólo pueden darse en un clima de respeto a la ley y mediante una justicia independiente.


Léanlo, porque la salida a la crisis de régimen no puede darse mediante una falsa mejora de la economía, como intenta el Gobierno actual -otra cara de la misma corrupción que nos paraliza como nación-, sino que necesitamos unas nuevas reglas del juego y la casta política actual, con sus otras castas anejas, son el principal obstáculo para lograr imponer las reformas que urgen. No se trata sólo de quejarse, sino de entender de una vez qué es lo que necesitamos para tener la España que merecemos y CATARSIS es un libro imprescindible para lograrlo. Desde aquí, mi agradecimiento a los autores por gran su trabajo.