Cuando
alguien quiere demostrar que es superior suele empezar por remarcar sus
diferencias. Ser diferente suele asociarse con ser mejor, porque nadie quiere
distinguirse para quedar por debajo del resto. No está mal para el marketing,
para vender cosas o para buscar trabajo, al contrario: es una estrategia
elemental. Pero cuando esto se refiere a la cuestión política, por ejemplo al
enfermizo separatismo de todo nacionalismo, la cosa es venenosa. Ya no importa
ni la igualdad ante la ley ni la dignidad de las personas que no admiten el
pensamiento único que se impone.
El caso
es que estoy algo impresionado: en una reunión de negocios cerca de Barcelona,
un extranjero preguntaba al cliente –representado por un catalán, un importante
directivo de una enorme multinacional- sobre la situación de permanente queja
de Cataluña: ¿qué os pasa a los catalanes
cuando España –decía- es un país tan
privilegiado, tan bonito, tan variado en el que se vive tan bien? Me llegan
noticias muy preocupantes, pero quiero saber lo que piensa la gente de aquí…
Pensando que la respuesta del directivo catalán sería políticamente correcta
–había varias personas de diferentes lugares del mundo y yo de Madrid- mi
sorpresa fue mayúscula cuando comencé a escuchar el típico discurso repetido
por los líderes separatistas: España
nos roba, Cataluña financia al resto de
España, en el resto del país tienen servicios que aquí no tenemos, no nos
comprenden, somos demasiado solidarios con Andalucía y Extremadura, somos
diferentes desde hace siglos, están intentando acabar con nuestra cultura y
nuestra lengua… Hasta esto llega la inoculación del virus: un directivo de alto
nivel, que viaja por el mundo, habla varios idiomas, que tiene estudios
superiores incluido un MBA, ha hechos suyas esas consignas tan simplonas del
separatismo. Es el poder de los medios del Poder.
Quise
salir de allí para explicar a todos –con alguien repite consignas no tiene
sentido entrar a un debate serio-, ya sin el sectario delante, las trolas del
listado de argumentos separatista. Y lo
hice en cuanto nos fuimos a comer: Cataluña es una región quebrada con 50.000
millones de euros de deuda que sin el resto de España no podría sostenerse, que
ha sido privilegiada desde hace siglos protegiendo su industria, que en estos
últimos años se lleva la mitad del Fondo de Liquidez Autonómico, que necesita
2000 millones de euros del Estado cada año para poder pagar sus pensiones, que
no cumple las sentencias de los tribunales que obligan a respetar la libertad
de los padres para elegir el idioma en la educación de sus hijos, que multa por rotular en castellano los
negocios, que vende el 80% de su producción en el resto de España, que
alrededor del 50% de su habitantes tienen como lengua materna el castellano y
alrededor del 60% no son separatistas a pesar de 40 años de adoctrinamiento y
que el gran robo a los catalanes es el perpetrado por CiU, estafando más de
3500 millones de euros durante sus gobiernos.
Para remate del tema –ya insoportable- y volviendo al inicio: todo esto
surge por un falta de principios democráticos básicos: imperio de la ley e
igualdad ante ella. Así, en esa España precipitada y aturdida de la Transición,
se coló por la puerta de atrás un modelo político para mantener el poder de los
que mandaban, sencillamente trastocando el fondo ideológico del sistema. Ahora,
el nuevo régimen, necesitado de un pacto permanente con la izquierda y el
separatismo para sostenerse, debe satisfacer las ansias imperialistas de
cualquier nacionalismo. Y así es como se despreció a la ley y al principio
sagrado de la igualdad ante la misma. El café para todos, cocinado a prisa, no
sólo no podía saciar a todos, sino que los envenenaría poco a poco. Así, la
Transición, volviendo a todos los errores políticos de nuestra historia,
rescató instituciones y privilegios propios de antiguas épocas que no pudieron
ser modernizados y surgieron, poco a poco, divisiones entre los españoles. Por
eso, el problema catalán es un problema muy español: tenemos falta de una
verdadera democracia, un régimen que no garantiza ni el cumplimiento de la Ley
ni la igualdad de todos ante la misma y una sociedad desinteresada de la
política y por todo ello nos sobran los políticos dispuestos a aprovecharse de
nosotros.
La única
solución es que no haya café tan perjudicial para nadie. Porque si no hubiera
concierto vasco ni Autonomías, tampoco habría tal problema catalán. Los
progresistas que tanto miran a Francia olvidan el centralismo francés, la
defensa férrea de su unidad y la negación –ahí sí- de cualquier atisbo de
regionalismo. Pero en una España a las puertas del XXI la clase política ignorante
y malvada nos llevó de nuevo a la Edad Media, impuso conciertos de
privilegios y divisiones peligrosas, una cesión constante ante los enemigos
de la unidad y una financiación sin límites de su causa que es la verdadera
aspiración del separatismo egoísta: una independencia disimulada y un
chollo económico, esto es, una separación de hecho pero financiada por el resto de
España, tal y como ya la disfruta el PNV –ellos, tan callados- gracias
a los poderes que mandan desde el 75. Por eso, de una vez, debe imponerse el
mismo régimen fiscal a todos los españoles -pagan las personas no las regiones- y suprimirse las Autonomías –el auténtico
Estado del Bienestar de los políticos y ruina de los ciudadanos- y que todos, todos los españoles, seamos
iguales ante una misma Ley que todos debemos cumplir. Y punto.
Cuando,
camino del aeropuerto, contemplaba las decenas de banderas independentistas que
llenan de color, y de locura nacionalista la imponente Diagonal, aluciné
viendo una gran pancarta colgada de un edificio decimonónico: Independencia es libertad, es dignidad y es
más ocupación. La pena que me producía tal soflama se disipó cuando, entre
tanta bandera nacionalista, pude ver una enorme Bandera de España colgando
también, solitaria, valiente, libre, de otro balcón más alto. Y recordaba otra
grata noticia: ayer más de mil catalanes de diferentes partidos acudieron al
acto de Sociedad Civil Catalana abarrotando un teatro de Barcelona en contra de
la tiranía separatista. Ahora, cuando termino de escribir, solo queda decir: España
siempre reacciona, España es maravillosa y no podrán con ella. ¡Viva España!
https://pbs.twimg.com/media/BmjbE4TIcAA8pl8.jpg
ResponderEliminarYo soy nacionalista española. Cuidado por que la izquierda y los separatismos periféricos han intentado estigmatizar términos como nacionalismo español, España (dicen "Estado español"), etc etc.
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