miércoles, 1 de octubre de 2014

Unidad nacional, Constitución y traición: aclaraciones


¡Cuán terrible es la crisis moral, cultural y política, que hay que explicar las cuestiones más elementales! Hace un año, en un debate en 13 televisión sobre el independentismo, una periodista de la derecha que presume de liberal contestaba a una ciudadana, que afirmaba que se debían ilegalizar los partidos independentistas, diciendo: "¡Pero qué burrada, primero la libertad y luego España!"

Vaya error... La Constitución, esto es, el sistema legal fuente del derecho, el paraguas que debe protegernos de los ataques a nuestra libertad, se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación. De la misma manera que la vida es fundamento de los demás derechos -esto hoy también se ignora- la nación es anterior y cimiento de la Ley constitucional.

Por ello, en un sistema constitucional serio, con controles adecuados, con garantías democráticas, tiene todo el sentido impedir que se agrupen en partidos políticos fuerzas contrarias al fundamento legal, esto es, la nación. Porque la realidad, lo correcto, es que primero es la nación unida y soberana y luego la libertad. Mejor dicho, el mayor acto de libertad política es que la nación unida y soberana se de una Constitución de verdad.

Es tal la confusión, arma que tanto utilizan los traidores y los malvados, que se oyen muchos argumentos sobre por qué Cataluña no debe ser independiente o que,  en caso de votar sobre el asunto, deberíamos poder votar todos los españoles y no solamente los catalanes. En sí, esas posiciones ya son traición, porque la unidad nacional no se puede plantear. No deben darse argumentos contra la independencia de una región sino sencillamente recordar que no se puede plantear. Tal es la traición que nos preparan que se ha filtrado que Rajoy y el Rey Juan Carlos habrían ofrecido a Mas la posibilidad de celebrar la consulta en Cataluña siempre que aceptara que después se votara también en España. No, la unidad no se vota; no se puede votar.

La nación es una herencia sagrada, es una historia preciosa recibida de los antepasados y tenemos el deber de entregarla a los descendientes. La nación no se vota, no se cuestiona, no es discutible. La nación es la muralla de la libertad y los que intentan destruirla merecen el desprecio de los traidores como también lo merecen quienes por acción y omisión les están ayudando.

4 comentarios:

  1. Uno de los argumentos que usamos los provida para hacer frente a los planteamientos abortistas que se justifican en defender la libertad de la mujer, es expresar que la defensa de la vida es mas importante que la defensa de la libertad porque sin aquella no puede existir ésta. Pues lo mismo se puede argumentar en el tema nacional; para que haya libertad, primero debe existir un Estado que la garantice y lo que no sabemos es si ese Estado se desintegra, que tipo de libertad nos quedaría sin estabilidad política alguna, de ahí que ilegalizar partidos que atacan esa estabilidad que a su vez nos garantiza la libertad, es o sería el camino correcto.

    ResponderEliminar
  2. Las naciones son realidades de hecho, no de derecho; tampoco son realidades que dependen de la voluntad ni de los sentimientos. Las nación española, única existente en España, no ha sido producto de una decisión jurídica (referéndum, acuerdo asambleario o pacto voluntario de ciertos actores) ni de la voluntad de algunos, ni de un sentimiento nacional siquiera. Se constituyó a lo largo de muchos siglos, como resultado de un largo (y ciego e impersonal, podríamos decir) proceso histórico de guerras y lucha por el poder. Cataluña no es, ni ha sido nunca, una nación o un estado diferente de España y es pueril la pretensión nacionalista o separatista de que tiene derecho a serlo (derecho de autodeterminación), o que basta la voluntad o el sentimiento de los catalanes (de una parte, de los nacionalistas, se entiende, pues otra parte carece de tal voluntad o sentimiento) para constituirse en nuevo Estado nacional.
    Yo no defiendo, ni ningún demócrata coherente puede hacerlo ningún nacionalismo, ni tan siquiera el español, pues el nacionalismo es uno de los principales enemigos de la democracia. El que yo niegue que Cataluña sea una nación y un estado no procede de que yo sea nacionalista español, sino de la simple contemplación de la realidad histórica; quiero decir, que Cataluña no llegó a ser históricamente ni una nación ni un estado. Los nacionalismos: español, catalán, vasco o gallego, o más recientemente el que nace del sentimiento autónómico, allá donde existe, forman parte de una ideología que desconoce el proceso histórico de formación de los estados-nacionales. Todo nacionalismo (ideología de quienes creen que las naciones con sus estados correspondientes se pueden hacer y deshacer a su antojo) pretende que por el hecho mismo de desear y querer o por pretender que tiene un derecho a constituirse en nación, puede y debe serlo, sin percatarse que la historia misma, de haber sido posible ya habría producido, sin su intervención (deseo, sentimiento o voluntad) tal nación o estado.

    ResponderEliminar
  3. Lo importante no es la unidad nacional ni la libertad, es chupar del bote. Los políticos viven de eso y lo demás les resbala. Lo importante es mantenerte en el puesto e intentar a toda costa (aún a costa de España y los españoles) que la oposición no te quite la silla.

    ResponderEliminar

Por favor, deja tu comentario y valora esta entrada, tanto si estás de acuerdo como en desacuerdo.