LA MARGINALIDAD DE LA PUREZA EXTREMISTA

Existe hoy cierto mundillo político que cree que estar en la marginalidad es la garantía de una pureza ideolócia cristalina. Piensan que el mero hecho de intentar salir de la marginalidad es signo de corrupción. Piensan que es mejor no hacer nada: ellos mantienen puros los principios, aunque no sirvan para nada...

Son gente que cree que sus ideas son tan seguras, tan firmes, tan bien asentadas, que ya no tiene que cultivarse, que ya no tiene que leer ni sobre la historia ni sobre la actualidad. Por eso no entienden el mundo en el que vivimos,  ni que cada tiempo tiene sus desafíos. No pueden comprender que las recetas del pasado pueden no servir en un presente que denigran sin comprenderlo y tampoco saben ver nada positivo en los tiempos actuales. Han olvidado que la labor política es un servicio tan noble que incluso precisa del amor, a pesar de que la sociedad ande perdida y quizá más por eso. Y tampoco saben que Teresa de Calcuta decía que "los que juzgan a los hombres constantemente no tienen tiempo para amarlos." No conocen tampoco los instrumentos de la comunicación, imprescindible en los tiempos actuales. No admiten críticas. Una parte de ese mundillo está infiltrado eficazmente y lo demuestran una y otra vez haciendo el ridículo en cada una de sus convocatorias y en sus peleas de barrio.

En el fondo, sufren el mismo problema de toda la sociedad: un vacío cultural terrible y una ausencia total de auténticos líderes. Sus discursos no son más que enumeraciones de consignas sacadas de un rancio libro de frases y siempre repiten las mismas quejas, pero nunca proponen soluciones innovadoras que animen a la gente desesperada. Cualquiera que ose abrir pueras en el ámbito de lo público para exponer con valentía y sin complejos las mejoras ideas y principios es un liberal peligroso o un pepero que busca medrar. Y se le ataca, por supuesto, que para eso hay gente especialista en el ataque para destruir cualquier posibilidad con ganas de hacer las cosas bien.

Ni aprenden, ni saben, ni quieren. Para ellos es imprescindible la marginalidad y así siempre tienen la excusa para su fracaso: "ni los medios ni el sistema nos permiten hacer nada". Son todos iguales: son perdedores y en el fondo España les importa un pito porque su ineficacia les delata. Todos quieren unidad pero mantienen sus chiringuitos ruinosos e infiltrados y teledirigidos por el CNI para ser idolatrados por unas decenas de seguidores. Son casta también, pero encima sin sus ventajas económicas y con todas sus miserias de vanidad.

No formo parte de ese mundillo de hoy, que no sirve para nada y que contribuye a dar mala imagen de otros movimientos auténticos que sí supieron hacer un gran papel en su época y a los que el sistema atacaba de veras, con todas sus armas. Mi batalla política, es decir, mi quehacer en lo público, es cultural: sin ideas ni principios bien formulados, sin un mensaje renovador para nuestro tiempo, sin conocer a fondo nuestra sociedad -con sus cosas buenas y sus problemas-, y sin tener  presencia y amigos en los medios de comunicación, ningún proyecto puede ser posible. Seguirán sin entenderlo. En el fondo, mejor.