Cuando hemos aclarado una polémica más debida a mi nietez podemos por fin regresar a nuestras anécdotas veraniegas por causa de llamarse uno como su abuelo en esta falsa democracia. Estamos en 1996. Yo decidí estudiar la carrera de Ingeniero Agrónomo porque pensaba que un día sería un genial investigador en un laboratorio de genética. En agricultura, la mejora de la producción siempre ha funcionado por selección de las variedades mejores. Por eso la ingeniería genética era una asignatura avanzada en esta carrera. Este asunto me tenía apasionado por completo.
Durante mis 6 años de estudio en la Universidad Politécnica de Madrid lo pasé genial. En quinto de carrera conocí a la que sería mi futura mujer. Una morenita guapísima que se pasó más de un año largo sin hacerme ni caso. Yo me di cuenta, al fijarme en ella un día a principio del nuevo curso de quinto, que no sólo me había enamorado de ella, sino que quería casarme con ella en cuanto pudiera. María me enseñó lo que es la paciencia. Un año sin hacerme ni caso. No sabía qué inventar, ni qué decir. Al final, ella es lo mejor que he logrado en mi vida.
Pero volvamos a primero de carrera. A las elecciones de delegado. Resultaba que en las primeras semanas de curso me hice colega de un conquense llamado Juan Parrilla, un tipo graciosísimo, y me partía de risa con el. Y cuando llegó el día de las elecciones el amigo Juan Parrilla quería montar lío para reírse un rato. Pensaba que con eso de que era de familia de político, sería perfecto hacer campaña y presentarme como candidato a delegado. Hasta que llegó al aula la joven profesora en prácticas, responsable del laboratorio de Química Orgánica. La profesora explicó el procedimiento electoral, expuso las normas y solicitó los nombres a los candidatos. Se presentaron varios y, en esto, Juan Parrilla grita:
“Y se presenta Blas Piñar también”. La profesora responde: “Dejad de decir tonterías”. Y Parrilla me mira e insiste: “Profesora, que es verdad, que Blas Piñar se presenta”. Y la profesora amenaza al Sr. Parrilla con la expulsión. Con el lío montado en la clase y lo divertido que se volvía el ambiente, salgo al encerado y digo: “Profesora, soy Blas Piñar, me presento a las elecciones”. Y recuerdo aquélla joven ponerse algo histérica, se le iba de las manos el control de la clase. Los alumnos sentados se partían de risa. Y dice la profesora, “A tu sitio, pero bueno, vaya cachondeo”. Y en esto que saco mi DNI: “Profesora, tengo derecho a presentarme”.
La verdad es que la profesora se tomó el tema genial, cuando vio que mi nombre era real, se empezó a reír, gané las elecciones y gané a los pocos días las elecciones a delegado de todo el curso, representando a 700 alumnos. Fue una experiencia divertida, me permitió conocer a todos los profesores y catedráticos al participar en las juntas de escuela y fue una experiencia política preciosa, muy formativa, y al servicio de mis compañeros. Luchamos contra el cambio del plan de estudios que venía a desmontar nuestra querida Ingeniería y se montó un semanario de información para dar cuenta de nuestras acciones. En fin, una experiencia política estupenda.
Interesante inicio de una futura carrera política. Esperemos, POR EL BIEN DE ESPAÑA.
ResponderEliminarRUGER
Cómo eres...Buenísima, me has hecho reir hoy, y te lo agradezco
ResponderEliminarTienes madera de político, porque eres tirando para adelante y caes bien a la gente, así que con tus ideas podrías liderar un proyecto político de corte derechista que hace falta en España.
ResponderEliminarHoy dia solo por el nombre te discriminan sin conocerte, que verguenza y luego hablan de la tonteria de la xenofobia si ese odio proveniente de la izquierda mas casposa y antiespañola representada por PSOE.
ResponderEliminarPor cierto, Blas tienes madera de politico como tu querido abuelo, el ex-lider de FN.