miércoles, 21 de enero de 2015

La obsesión enfermiza por la ideología


Numerosos pensadores han insistido, a lo largo de las últimas décadas, en la afirmación de que la humanidad había llegado a un estado evolutivo cuya característica filosófica fundamental era el final de las grandes ideologías de la Modernidad. Y a mí me parece que esta conclusión no es cierta en absoluto. Es propio de cada época, sobre todo si es decadente, sentirse como la última, lo cual tiene mucho que ver con las afirmaciones categóricas que insisten en que todo está a punto de acabarse. También es propio de los engreídos creer que todo desaparecerá con ellos. Y no, no es así. Me explico:


El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la ideología, en su segunda acepción, como el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político. Hoy en día persisten en España –también en el mundo Occidental-, en todos los ámbitos de la sociedad,mayorías de personas muy fieles a tal o cual sistema de pensamiento que pretende dar respuesta a todas las inquietudes filosóficas, políticas, económicas y sociales de la humanidad.

Estoy convencido de que la fidelidad a las distintas ideologías, que uno puede comprobar, desgraciadamente, como una afinidad sectaria, tiene mucho que ver con la ignorancia o, por decirlo de una manera más suave, con la falta de capacidad para encontrar respuestas adecuadas en los diferentes campos del saber. Porque encerrar el pensamiento humano en elaboraciones de hace más de dos siglos resulta decepcionante desde el punto de vista intelectual. Es decir: la falta de creatividad en el pensamiento tiene relación con la fidelidad a una ideología determinada. Incluso, por increíble que parezca, puede decirse que ha sido precisamente el excesivo culto a la razón el que ha provocado una ausencia total de pensamiento. Y esto se debe a que la herencia del racionalismo es, por pura lógica, el relativismo dominante. De ahí que la obsesión por la ideología sea algo habitual en una sociedad mayoritariamente relativista. El ser humano, mejor dicho, la naturaleza humana, es la que es, y las personas necesitan aferrarse a lo que les puede aportar seguridad. Y cuando se han arrasado los dogmas más elementales, predomina una obsesión por la ideología.

Esto se hace evidente cuando uno observa que los partidarios de cada ideología suelen argumentar que la que ellos profesan es la más racional, sin caer en la cuenta de que el racionalismo, defendido por cada ser humano concreto, ha sido una vía directa hacia el relativismo que padecemos y así, se hace imposible cualquier debate: todo es lo mismo, todo es válido igualmente y la razón permite defender una cosa y la contraria. De ahí surge algo realmente nefasto para la actividad política, pues la impide, y es el sectarismo. No hay argumentos. Todo se basa en consignas. Cada uno está dominado por su obsesión ideológica.

Tras estas reflexiones resulta oportuno traer la sentencia de Donoso Cortés -que evolucionó del liberalismo al tradicionalismo a mediados del siglo XIX- que nos legó en su Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo: “Después de los sofismas llegan las revoluciones y después de los revolucionarios llegan los verdugos”.

Efectivamente: hoy vemos cómo se expanden de nuevo las ideologías mástotalitarias, no solo por la acción sospechosa de los medios de comunicación controlados por el poder, sino sobre todo por las sentencias y consignas irracionales que suelen resultar maravillosas a quienes, estafados por los sofistas y los corruptos, necesitan aferrarse a los dogmas ideológicos de losrevolucionarios que siempre acaban siendo los verdugos.

La Historia ya nos ha enseñado que las ideologías de la Modernidad no pudieron resolver todos los problemas humanos y que todas tienen sus errores; algunas son pura falsedad y sus consecuencias las han sufrido millones de personas. El principal defecto de origen de esas ideologías es que partieron del rechazo total a un pasado que, con muchos defectos, tuvo siglos de brillantes aportaciones intelectuales y del que, aún hoy, podemos aprender. Yo confío en la capacidad del ser humano para que, partiendo de eternas seguridades reales, pueda llegar a conclusiones novedosas y positivas, sin perder de vista que los límites de la razón pueden hallarse más lejos de lo que pensamos siempre que no se impongan las conclusiones de antemano, lo que suele ser otro de los errores de partida de las ideologías que hoy obsesionan a tantos. España afronta un tiempo decisivo y el sectarismo ideológico dominante solo ayudará a empeorar las cosas. Creo que conviene tenerlo en cuenta.

2 comentarios:

  1. Como suele ocurrir este Alcalde me hace pensar, hoy más si cabe.

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  2. Simplemente me queda decir una cosa: BRILLANTE

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