Dedicado a
Fernando, Luis, Agustín, Ricardo y Jaime.
La pregunta
es muy densa, el debate es complejo y, si no se tiene ánimo de una gran nación
de ciudadanos libres como siempre hemos defendido los españoles, entonces es
enconado, destructivo e inútil…
En los
últimos días he tenido conversaciones apasionantes con diversas personas acerca
del momento de emergencia nacional y, quizá, mundial. El mismo Papa Francisco ha dicho en la JMJ de
Río de Janeiro que “no estamos viviendo una época de cambios sino un cambio de
época”. El resultado de éste cambio no puede más que depender de nosotros. ¿Qué
queremos hacer?
En este
blog se han expuesto, con mayor o menor capacidad, las prioridades del momento.
Aún así, da la sensación de que muchos
no comprenden el reto de nuestros días y, como en otros momentos de la
historia, se pierden oportunidades magníficas para reformar o, incluso,
construir desde los cimientos. Emerge de nuevo la España contra España,
recomendable libro de Pío Moa
(LibrosLibres).
Muchos
optan por esconderse en la ideología sectaria, uno de los cánceres de nuestro
tiempo –que vive aún de las ideas del siglo XVIII-, pues clasifica y separa a
las personas. Otros no alcanzan a entender que nuestros problemas económicos nacen
de una crisis más profunda: política y, sobretodo, moral. Y en general
predominan quienes, confundiendo la exposición de la doctrina de la cátedra con
el juego político del debate y la opinión, se pierden en la compleja tarea del
servicio público, arte del pacto y de la habilidad dialéctica.
Hoy en día,
en España, ya no se trata tanto de defender unos principios –por supuesto que
sí, entiéndase bien lo que voy a afirmar- sino de construir un sistema político
donde se puedan defender los principios. Porque hoy padecemos una omnipresente
casta política corrupta comprometida con la élite financiero-empresarial en la
que las ideas son intereses, la democracia es una excusa y la justicia una
manera de tapar sus escándalos.
Así, son
muchos los españoles que, olvidando sus maximalismos que dividen, deben unirse
para defender un cambio radical de la reglas del juego para poder defender
ideas y principios con libertad, de manera que medios de comunicación,
justicia, empresas y el resto de organismos e instituciones de la nación estén
al servicio de los ciudadanos y no de sus propios y oscuros intereses.
Cuando se
hayan definido las condiciones políticas en las que el juego de contrapesos y
los organismos de control puedan ejercer su función frente al poder y no a su
servicio, cuando los medios de comunicación sean independientes de los
partidos, cuando la justicia pueda actuar con eficacia y rapidez, cuando los
partidos liberen los espacios de libertad que arrasaron, entonces el debate
político sobre ideas, principios, valores, sólo podrá generar, en condiciones
de normalidad y de libertad, una sociedad mucho mejor, más próspera y más sana.
Por tanto, “el
cambio de época” exige altura de miras, dejar el sectarismo, estudiar la
historia para aprender de los momentos semejantes y de los errores garrafales
de nuestros últimos siglos, empaparse de las demandas de los españoles de bien
que trabajan más de medio año para satisfacer los despilfarros de los políticos
de todo color, defender por encima de las ideas, España, –porque eso nos une a
casi todos- y así, siendo generosos y patriotas, lograremos situarnos adecuadamente
en la misión histórica que nos toca, porque el patriotismo auténtico aglutina,
emociona, cambia los corazones e ilumina las mentes, que somos muchos que al escuchar
España sentimos nuestra mejor Historia, nuestro papel mundial y nuestro
orgullo, las ganas de un futuro mejor y, por encima de todo, sentimos cómo
resuena potente el misterioso clamor de millones de españoles del pasado que
nos exigen que mantengamos la nación que nos legaron, para que nosotros
cumplamos el mandato de transmitirla –cueste lo que cueste-, íntegra, unidad y
en paz, a nuestros hijos. La tarea es difícil, pero es nuestro deber.