Resulta ya cansina la nulidad intelectual del mundo en que vivimos. Todo el mundo opina, pero sin molestarse en conocer más que los titulares de algunos grandes medios. Y luego esos se quejan de que se manipula demasiado, cuando la mejor manera de evitarlo es leer y pensar por uno mismo.
No sorprende que, respecto a lo que dicen los papas, todos quieran barrer para casa. Por mucho que al final tantos ataquen a la Iglesia, saben del prestigio de una gran institución que no solo mantiene su autoridad, sino que aumenta cada día a lo largo y ancho de nuestro mundo.
La Exhortación Apostólica del Papa es larga y densa y nace fruto del Sínodo de Obispos celebrado en 2012 para tratar la nueva evangelización. Pocos la leen; muchos opinan. Y casi todos quieren seguir montándose una Iglesia a su medida. Aquí pueden leer el documento entero; hay que dedicarle tiempo:
En la simpleza de los intentos de asimilación de la Iglesia a los estándares limitados del mundo de la empresa o de la política, se habla de un programa, se resaltan las concepciones económicas que interesan, se ataca lo que se cree que dice; se califica de progresista, liberal o conservador y se busca una revolución donde sencillamente hay una afirmación del mensaje siempre nuevo del Evangelio.
La misión del Papa es conservar el tesoro de la fe y confirmar a los hermanos. No puede cambiar el contenido de la doctrina. Ni lo pretende. Sin embargo, hay cuestiones formales que la Iglesia suele considerar cada cierto tiempo, de manera que se pueda comunicar mejor el mensaje y se puedan incluso descubrir matices de la fe que en cada tiempo surgen iluminando a la humanidad... Que el Papa analice la situación del mundo actual y oriente la manera en que debe anunciarse el Evangelio no es más que una muestra de interés muy especial por continuar la gran tarea de cada católico: anunciar a Cristo.
Respecto al asunto económico, -a pesar de que el Papa advierte de que la Iglesia no pretende tener el único análisis de la realidad social- conviene analizar bien la situación actual y lo que sobre ella nos dice Francisco. Pero tenemos a socialistas diciendo que el Papa les da la razón -muy interesados por cierto- y a liberales enfurecidos porque creen que el Papa se la quita atacando al libre mercado. Pura miopía: el Papa denuncia los errores de ambos y de siempre: las visiones parciales de las ideologías que deshumanizan, como siempre ha hecho la Iglesia y en línea con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Porque además, ¿acaso no vivimos una tiranía que funciona con lo peor de ambos sistemas ideológicos, esto es, a saber, unos estados endeudados que se cargan la libertad económica con elevados impuestos y que a la vez se someten a la dictadura de los mercados que tienen en los gigantescos números rojos de las naciones el mejor negocio de la historia? En fin, lo que ocurre, como denuncia el Papa, es que vivimos en un sistema económico que se ha olvidado del hombre, porque antes se ha olvidado de Dios. No se ha avanzado tanto desde el siglo XIX, por cierto.
Respecto a las cuestiones morales, nada nuevo: el Papa vuelve a resaltar que el cristianismo no es una moral, sino un mensaje, un anuncio, un encuentro personal y de ahí se derivan unas consecuencias de vida. Invertir el orden contribuye a resaltar el orgullo de sí mismo, creando una religión cerrada y elitista, que busca la perfección en lo externo pero que está muerta porque no ama. Que Francisco utilice expresiones ciertamente llamativas para algunos no quiere decir que no se hubieran dicho antes. La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II fue mucho más que una revolución moral y apenas nadie la conoce...
Como católico, mucho siento que debo reflexionar, que debo considerar bien que debo salir hacia las periferias, que todos estamos llamados a vivir la pobreza y a luchar contra ella; que debemos mostrar la alegría que contagia, que debemos estar permanentemente anunciando la gran noticia del Evangelio del Dios misericordioso. La tarea es enorme. Lean y mediten. La Exhortación Evangelii Gaudium es mucho más de lo que dirán los medios que nos hablan de ella sin haberla leído.