jueves, 24 de abril de 2014

El problema catalán (o sea, español) es el concierto vasco (o sea, las Autonomías)

Cuando alguien quiere demostrar que es superior suele empezar por remarcar sus diferencias. Ser diferente suele asociarse con ser mejor, porque nadie quiere distinguirse para quedar por debajo del resto. No está mal para el marketing, para vender cosas o para buscar trabajo, al contrario: es una estrategia elemental. Pero cuando esto se refiere a la cuestión política, por ejemplo al enfermizo separatismo de todo nacionalismo, la cosa es venenosa. Ya no importa ni la igualdad ante la ley ni la dignidad de las personas que no admiten el pensamiento único que se impone.

El caso es que estoy algo impresionado: en una reunión de negocios cerca de Barcelona, un extranjero preguntaba al cliente –representado por un catalán, un importante directivo de una enorme multinacional- sobre la situación de permanente queja de Cataluña: ¿qué os pasa a los catalanes cuando España –decía- es un país tan privilegiado, tan bonito, tan variado en el que se vive tan bien? Me llegan noticias muy preocupantes, pero quiero saber lo que piensa la gente de aquí… Pensando que la respuesta del directivo catalán sería políticamente correcta –había varias personas de diferentes lugares del mundo y yo de Madrid- mi sorpresa fue mayúscula cuando comencé a escuchar el típico discurso repetido por los líderes separatistas: España nos  roba, Cataluña financia al resto de España, en el resto del país tienen servicios que aquí no tenemos, no nos comprenden, somos demasiado solidarios con Andalucía y Extremadura, somos diferentes desde hace siglos, están intentando acabar con nuestra cultura y nuestra lengua… Hasta esto llega la inoculación del virus: un directivo de alto nivel, que viaja por el mundo, habla varios idiomas, que tiene estudios superiores incluido un MBA, ha hechos suyas esas consignas tan simplonas del separatismo. Es el poder de los medios del Poder.

Quise salir de allí para explicar a todos –con alguien repite consignas no tiene sentido entrar a un debate serio-, ya sin el sectario delante, las trolas del listado de argumentos separatista.  Y lo hice en cuanto nos fuimos a comer: Cataluña es una región quebrada con 50.000 millones de euros de deuda que sin el resto de España no podría sostenerse, que ha sido privilegiada desde hace siglos protegiendo su industria, que en estos últimos años se lleva la mitad del Fondo de Liquidez Autonómico, que necesita 2000 millones de euros del Estado cada año para poder pagar sus pensiones, que no cumple las sentencias de los tribunales que obligan a respetar la libertad de los padres para elegir el idioma en la educación de sus hijos,  que multa por rotular en castellano los negocios, que vende el 80% de su producción en el resto de España, que alrededor del 50% de su habitantes tienen como lengua materna el castellano y alrededor del 60% no son separatistas a pesar de 40 años de adoctrinamiento y que el gran robo a los catalanes es el perpetrado por CiU, estafando más de 3500 millones de euros durante sus gobiernos.

Para remate del tema –ya insoportable- y volviendo al inicio: todo esto surge por un falta de principios democráticos básicos: imperio de la ley e igualdad ante ella. Así, en esa España precipitada y aturdida de la Transición, se coló por la puerta de atrás un modelo político para mantener el poder de los que mandaban, sencillamente trastocando el fondo ideológico del sistema. Ahora, el nuevo régimen, necesitado de un pacto permanente con la izquierda y el separatismo para sostenerse, debe satisfacer las ansias imperialistas de cualquier nacionalismo. Y así es como se despreció a la ley y al principio sagrado de la igualdad ante la misma. El café para todos, cocinado a prisa, no sólo no podía saciar a todos, sino que los envenenaría poco a poco. Así, la Transición, volviendo a todos los errores políticos de nuestra historia, rescató instituciones y privilegios propios de antiguas épocas que no pudieron ser modernizados y surgieron, poco a poco, divisiones entre los españoles. Por eso, el problema catalán es un problema muy español: tenemos falta de una verdadera democracia, un régimen que no garantiza ni el cumplimiento de la Ley ni la igualdad de todos ante la misma y una sociedad desinteresada de la política y por todo ello nos sobran los políticos dispuestos a aprovecharse de nosotros.

La única solución es que no haya café tan perjudicial para nadie. Porque si no hubiera concierto vasco ni Autonomías, tampoco habría tal problema catalán. Los progresistas que tanto miran a Francia olvidan el centralismo francés, la defensa férrea de su unidad y la negación –ahí sí- de cualquier atisbo de regionalismo. Pero en una España a las puertas del XXI la clase política ignorante y malvada nos llevó de nuevo a la Edad Media, impuso conciertos de privilegios y divisiones peligrosas, una cesión constante ante los enemigos de la unidad y una financiación sin límites de su causa que es la verdadera aspiración del separatismo egoísta: una independencia disimulada y un chollo económico, esto es, una separación de hecho pero financiada por el resto de España, tal y como ya la disfruta el PNV –ellos, tan callados- gracias a los poderes que mandan desde el 75. Por eso, de una vez, debe imponerse el mismo régimen fiscal a todos los españoles -pagan las personas no las regiones- y suprimirse las Autonomías –el auténtico Estado del Bienestar de los políticos y ruina de los ciudadanos- y que todos, todos los españoles, seamos iguales ante una misma Ley que todos debemos cumplir. Y punto.

Cuando, camino del aeropuerto, contemplaba las decenas de banderas independentistas que llenan de color, y de locura nacionalista la imponente Diagonal, aluciné viendo una gran pancarta colgada de un edificio decimonónico: Independencia es libertad, es dignidad y es más ocupación. La pena que me producía tal soflama se disipó cuando, entre tanta bandera nacionalista, pude ver una enorme Bandera de España colgando también, solitaria, valiente, libre, de otro balcón más alto. Y recordaba otra grata noticia: ayer más de mil catalanes de diferentes partidos acudieron al acto de Sociedad Civil Catalana abarrotando un teatro de Barcelona en contra de la tiranía separatista. Ahora, cuando termino de escribir, solo queda decir: España siempre reacciona, España es maravillosa y no podrán con ella. ¡Viva España!

lunes, 21 de abril de 2014

La tiranía de los imbéciles, un libro provocador

Acabo de terminar LA TIRANÍA DE LOS IMBÉCILES, el libro que acaba de publicar Carlos Prallong Weiller.

No se si me ha gustado o no, pero lo recomiendo. Me explico: el libro es genial, pero francamente molesto, como todos los buenos libros, porque hace pensar bastante. Se trata de un libro demasiado original, porque no hace esa crítica fácil buscando culpables siempre remotos, sino que nos interpela a cada uno: todos, en algún momento podemos ser un imbécil que acaba por ser un tirano. Es decir, que el libro merece ser leído, pero uno necesita reflexionar sobre sus afirmaciones sin sentirse atacado. Por que su crítica es muy dura.

Pero el libro es francamente divertido, porque introduce cada reflexión con anécdotas tan reales como ridículas, pero fiel reflejo de la sociedad en que vivimos. Uno va identificando en su mente a diversos imbéciles que pueden ser pertenecientes a la familia, o al grupo de los amigos o al de los políticos o  al de los periodistas de los medios de comunicación. Uno lo pasa bien descubriendo caras tras las afirmaciones del autor. Si uno no tiene sentido del humor que no lea este ensayo: le resultará un insulto, porque todos hemos discutido con nuestras madres sobre cómo cuidar a los hijos, todos hemos formado parte del mismo atasco más de una vez y todos hemos protestado también contra la falta de previsión de nuestras autoridades sobre hechos normalmente imprevisibles. Todos hemos ido cediendo nuestra libertad. De eso,  no cabe duda, sí somos responsables.

No estoy de acuerdo con algunas afirmaciones del libro, pero no dejan por ello de ser reflexiones interesantes que le hacen a uno meditar sobre otra forma de pensar, sin duda bastante inteligente. Por ejemplo, no tiene sentido hacer una crítica al cristianismo como responsable de la tiranía de los imbéciles -por fomentar la caridad o la protección de los más débiles- a la vez que se afirma que ha sido, precisamente en las sociedades cristianas, donde ha surgido la libertad política y el mayor grado de desarrollo humano. Es cierto que el autor no pretende hacer un tratado de filosofía de la política o de la historia, pero es un punto que, como decía, sin dejar de aportar una reflexión interesante, conviene matizar. Lo mismo puedo decir sobre la insistencia en que en las democracias representativas los políticos son reflejo de la sociedad. Sobre esto un matiz: por ejemplo en España no hay representación política real, por tanto, la casta política es cerrada y endogámica y yo personalmente creo que la sociedad o, al menos una parte de la sociedad sí es mejor que sus gobernantes y sus partidos.

Lo que más me ha entusiasmado es que es una auténtica reivindicación en defensa de la libertad en todos los órdenes, y sobretodo es una magistral defensa de la libertad política que no debe ir jamás -no puede, no sería libertad- del compromiso y la responsabilidad. La conclusión es que la tiranía de los imbéciles se ha impuesto a base de olvidar la libertad responsable, de rechazar los deberes, de eludir la responsabilidad para abrazar un mundo de seguridad en el que todo tiene que estar previsto y regulado. La tiranía, efectivamente.

No les cuento más, léanlo. Aquí pueden adquirirlo:




sábado, 19 de abril de 2014

Semana Santa en versos de Quevedo

SEMANA SANTA, O LAMENTACIONES DE DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS A LA MUERTE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Si te alegra, Señor, el ruido ronco
de este recibimiento que miramos,
advierte que te dan todos los ramos,
por darte el viernes más desnudo el tronco.
¿A dónde vas, Cordero, entre las fieras,
pues ya conoces su intención villana?
Todos, enfermos, te dirán "¡Hosanna!"
Y no quieren sanar, sino que mueras.
Hoy te reciben con los ramos bellos
(aplauso sospechoso, si se advierte),
pero otra noche, para darte muerte,
te irán con armas a buscar en ellos.
Y porque la malicia más se arguya
de nación a su propio rey tirana,
hoy te ofrecen sus capas, y mañana
suertes verás echar sobre la tuya.
Si vas en tus discípulos fiado,
como de tu inocencia defendido,
del postrero de todos vas vendido,
y del primero, cerca de negado.
Mal en los huertos tu piedad pagamos:
tu paz con las olivas se atropella,
pues son tu muerte, y fue la causa de ella
la primer fruta y los primeros ramos.

jueves, 10 de abril de 2014

Sobre un libro fudamental: El Fracaso de la Monarquía

Acabo de terminar un libro magnífico que llevaba meses deseando leer: El Fracaso de la Monarquía, de Javier Catro-Villacañas (Planeta, 2013). Es un libro clave y conviene leerlo y reflexionar sobre su contenido. Estamos ante uno de los mejores trabajos para entender las causas del desmoronamiento del régimen que comenzó el 22 de noviembre de 1975. Es preciso señalar la fecha, porque los pactos del consenso que reina y gobierna en España son anteriores a la Constitución de 1978. 

Lo que más me ha impresionado del libro es que es un profundo ensayo de Filosofía de la Historia plagado de citas a pensadores y referencias a hechos del pasado reciente. Pareciera que los responsables de la instauración de 1975 hubiesen diseñado el régimen para cometer uno por uno los mismos errores de la Restauración. Pero, quien principalmente equivoca de nuevo el rumbo es la figura que representa el sistema, a saber, el Rey Juan Carlos I.

Esos errores nacen de aplicar una lógica aplastante aunque al final acabe en una contradicción destructiva: si la Monarquía quiere perpetuarse debe contentar a sus enemigos. Así, el régimen del 75 pacta un reparto del poder con el socialismo, el comunismo y con el separatismo. La derecha, bien definida por el autor como claudicante, solo tiene un papel de legitimación del consenso, pues debe aceptar que su regreso al poder sólo será posible si es para mantener el pacto, esto es, gobernar como la izquierda y respetando al nacionalismo. Técnicamente el sistema no puede definirse como una Monarquía democrática, se apellide parlamentaria o constitucional. El modelo político es una Monarquía de izquierdas. Así, con esta óptica se puede comprender el motivo del 23F -colocar al PSOE en el poder- y, también y aún más terrible, podemos encontrar las claves del 11M: la derecha no puede atreverse a gobernar según sus ideas. La despedida de Aznar y la llegada de Rajoy son buenos ejemplos de lo que afirmo.

El resultado de tal engendro político no puede ser más que la corrupción política, porque no hay no tenemos la posibilidad de elegir a nuestros representantes ni tampoco de controlar sus desmanes. Es decir, la falta de libertad política original ha devenido en una nueva forma de absolutismo monárquico. Es un Estado de la corrupción, una partitocracia corrupta coronada, una fusión del socialismo con el absolutismo que acaba en el capitalismo brutal para élites podridas que dominan a un pueblo sometido por la peor tiranía de todas, la del colectivismo.

Dos reflexiones destaco, porque son lo que más me ha gustado de este estudio a conciencia del último fracaso de la Nación. La primera ha sido leer, precisamente en estos días en que se recuerda el 23F por las sospechas fundadas de que el Rey fuera el jefe de los golpistas, que el golpe que acaba con la Restauración inaugurando la Dictadura de Primo de Rivera en 1923 fuera un golpe para salvar al PSOE y sellar una alianza con la dinastía de los borbones que ha resultado fundamental, también, en el desarrollo de la Transición. La segunda cuestión que me ha impactado positivamente es la afirmación, contra los tópicos lanzados por la gran mayoría de la derecha política y mediática, de que Zapatero no supone una ruptura con el consenso de la Transción sino que la política del gobierno socialista desde 2004 a 2011 responde, sin duda alguna, a las claras directrices del consenso preconstitucional.

No les cuento más, lean el libro, totalmente de actualidad. Porque es hora de conocer los errores pues ya saben lo que ocurre cuando se ignora la Historia.

lunes, 7 de abril de 2014

Felipe también quiere su Transición

El otro día un empresario que se acercaba a los sesenta años me comentaba desesperado:

-Nuestra compañía necesita nuevas formas de hacer las cosas, tenemos que mejorar procedimientos. Pero mira, ahí tienes a mi padre, con casi noventa años al pie del cañón. No falta un día y todo lo controla. No hay manera.

Pasa en las mejores familias. También es cosa de los borbones españoles: para llegar al Trono hay que matar al padre. Políticamente al menos. Bueno, sobretodo.

Felipe quiere su Transición. Y como mandan los cánones de la tradición familiar, bien aprendida, los borbones saben que su Corona solo se puede mantener con aceptación de los enemigos de la Monarquía. Así lo quiso Juan Carlos y así tiene que ser ahora. Felipe ha sido educado para ejercer el poder y ya quiere administrarlo. Porque de no hacerlo cuanto antes su reinado corre peligro. Lo sabe su madre, la Reina. Y su padre también, pero ni quiere, ni puede irse.

Que un empresario de grandes medios, catalán y amigo del Rey, que la biógrafa oficial de la reina y que un medio recién sometido tras el cese de su extraño pero espabilado director se presenten a la operación Urbano, conocida ya como la operación abdicación, otra vez, sólo tiene una explicación: hay que quitar al Rey para poner al Príncipe y que el sistema continúe. La oportunidad es perfecta para un nueva Transición. Por eso Felipe ha ido en poco tiempo más de seis veces a Cataluña. Duran y Lleida confirma que Rajoy mantiene reuniones secretas con Artur Mas. Margallo lanza inexplicables tonterías que solo pueden entenderse desde un pacto previo. Lo de Cataluña lo vamos a arreglar en forma de apaño, como siempre hemos hecho en éste régimen, piensan los oligarcas del mundo financiero, los jueces comprados, los políticos obedientes al aparato del partido y los asesores de la Casa Real. Felipe será el artífice. Y piensan ellos, también, que una mansa sociedad alimentada de telebasura volverá a tragar. La Transición es Cuéntame y todos volverán a cantar Libertad sin ira

Es el pacto preconstitucional -este sí, no como la bandera- del consenso en el que el reparto del poder del franquismo se realiza de forma equilibrada: es el gran acuerdo del Juancarlismo con la izquierda y el separatismo que una derecha extrañísima, como antaño, volverá a legitimar con sus silencios y sus renuncias. Quizá sólo una nueva minoría creativa, una nueva derecha rebelde y libre que no acepte el consenso que acabará con España con tal de sobrevivir, pueda asumir pronto el reto intelectual, político y democrático de evitar un nuevo apaño y lograr una verdadera democracia.

Porque Felipe quiere su Transición y ya han comenzado a moverse los hilos. 

jueves, 3 de abril de 2014

Estrategias actuales contra la verdad...

En la actualidad asistimos  a una pesada lluvia de mentiras. Una vez oí decir a un sabio que cuando se vive entre constantes embustes es un deber defender la verdad cada día. Pero a la vez que se propagan faltas constantes a la verdad, medias verdades -las peores mentiras- y manipulaciones de todo tipo, encontramos un mal aún mayor: la incapacidad para reconocer la verdad cuando alguien la dice...

¿A qué me refiero? La política actual -con sus inseparables medios de comunicación-, convertida en un juego de intereses, es una actividad que produce muchos hipócritas, sobretodo porque, al controlar los medios, los políticos profesionales creen que pueden hacer cualquier cosa porque todo dependerá de cómo se cuente. Así, incluso a los ciudadanos, divididos por los enfrentamientos estériles que crean los propios políticos para introducirnos en las trampas de su trama dramática, no son capaces de distinguir lo cierto: la verdad, de lo falso: la mentira.

Me explico: si una afirmación sobre nuestra política o nuestra historia es cierta, no se puede despreciar según quién la diga o recurriendo a los motivos por los cuales la dice, aunque los motivos sean perversos o la persona sea de poco fiar. La verdad siempre es verdad. Rechazar la verdad porque la dice tal o cual o porque tal o cual la dice por uno u otro motivo es infantil, sectario, absurdo y, además, no sirve para nada más que para sumirnos en un abismo aún más profundo y oscuro.

Estas hábiles trampas las vemos a diario en las tertulias políticas, en los informativos y en las instituciones. Ante una afirmación concreta no vemos un debate argumental para rebatirla, sino ataques a la persona incluso recurriendo a la vida personal para denigrarla. También, cuando la persona no tiene un pasado al que se pueda recurrir para destruir su afirmación, se recurre a inventar oscuros motivos que le habrían movido a pronunciarse de ese modo: económicos, venganza, pérdida de facultades mentales... De todo.

Pero la verdad acaba por llegar, porque su luz es intensa y su empuje arrasa. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, dijo el sabio.

En fin, que hoy me inspiraba algo más profundo, en plan filosófico... Buenas noches.