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jueves, 10 de abril de 2014

Sobre un libro fudamental: El Fracaso de la Monarquía

Acabo de terminar un libro magnífico que llevaba meses deseando leer: El Fracaso de la Monarquía, de Javier Catro-Villacañas (Planeta, 2013). Es un libro clave y conviene leerlo y reflexionar sobre su contenido. Estamos ante uno de los mejores trabajos para entender las causas del desmoronamiento del régimen que comenzó el 22 de noviembre de 1975. Es preciso señalar la fecha, porque los pactos del consenso que reina y gobierna en España son anteriores a la Constitución de 1978. 

Lo que más me ha impresionado del libro es que es un profundo ensayo de Filosofía de la Historia plagado de citas a pensadores y referencias a hechos del pasado reciente. Pareciera que los responsables de la instauración de 1975 hubiesen diseñado el régimen para cometer uno por uno los mismos errores de la Restauración. Pero, quien principalmente equivoca de nuevo el rumbo es la figura que representa el sistema, a saber, el Rey Juan Carlos I.

Esos errores nacen de aplicar una lógica aplastante aunque al final acabe en una contradicción destructiva: si la Monarquía quiere perpetuarse debe contentar a sus enemigos. Así, el régimen del 75 pacta un reparto del poder con el socialismo, el comunismo y con el separatismo. La derecha, bien definida por el autor como claudicante, solo tiene un papel de legitimación del consenso, pues debe aceptar que su regreso al poder sólo será posible si es para mantener el pacto, esto es, gobernar como la izquierda y respetando al nacionalismo. Técnicamente el sistema no puede definirse como una Monarquía democrática, se apellide parlamentaria o constitucional. El modelo político es una Monarquía de izquierdas. Así, con esta óptica se puede comprender el motivo del 23F -colocar al PSOE en el poder- y, también y aún más terrible, podemos encontrar las claves del 11M: la derecha no puede atreverse a gobernar según sus ideas. La despedida de Aznar y la llegada de Rajoy son buenos ejemplos de lo que afirmo.

El resultado de tal engendro político no puede ser más que la corrupción política, porque no hay no tenemos la posibilidad de elegir a nuestros representantes ni tampoco de controlar sus desmanes. Es decir, la falta de libertad política original ha devenido en una nueva forma de absolutismo monárquico. Es un Estado de la corrupción, una partitocracia corrupta coronada, una fusión del socialismo con el absolutismo que acaba en el capitalismo brutal para élites podridas que dominan a un pueblo sometido por la peor tiranía de todas, la del colectivismo.

Dos reflexiones destaco, porque son lo que más me ha gustado de este estudio a conciencia del último fracaso de la Nación. La primera ha sido leer, precisamente en estos días en que se recuerda el 23F por las sospechas fundadas de que el Rey fuera el jefe de los golpistas, que el golpe que acaba con la Restauración inaugurando la Dictadura de Primo de Rivera en 1923 fuera un golpe para salvar al PSOE y sellar una alianza con la dinastía de los borbones que ha resultado fundamental, también, en el desarrollo de la Transición. La segunda cuestión que me ha impactado positivamente es la afirmación, contra los tópicos lanzados por la gran mayoría de la derecha política y mediática, de que Zapatero no supone una ruptura con el consenso de la Transción sino que la política del gobierno socialista desde 2004 a 2011 responde, sin duda alguna, a las claras directrices del consenso preconstitucional.

No les cuento más, lean el libro, totalmente de actualidad. Porque es hora de conocer los errores pues ya saben lo que ocurre cuando se ignora la Historia.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Lo urgente no es defender tus ideas, sino crear un sistema para poder defenderlas

Claro que siempre hay que mantener los principios y, por supuesto, defenderlos. No me entiendan mal...

Pero es tal la situación de la partitocracia corrupta que ha llegado el momento de sumar, de presentar alternativas serias. No podemos quejarnos siempre. No podemos criticar permanentemente todo. No podemos, mucho menos, quedarnos parados mientras todo se hunde a nuestro alrededor. En la Historia ya han ocurrido sucesos parecidos, crisis terribles y momentos de pesimismo sin esperanza alguna en un futuro mejor. Pero fueron las minorías, minorías creativas se llaman ya en el mundo del pensamiento, las que, sin miedo, con esperanza, con fe, con ilusión, transformaron lo que todo el mundo creía imposible de mejorar.

Para cambiar las cosas hace falta tener una alternativa. No basta la crítica por sí misma. Está bien diagnosticar el problema: es una paso evidente para comenzar a solucionarlo. 

España necesita de buenos médicos, no tanto para el diagnóstico, que está ya claro desde hace años, sino para diseñar una estrategia de cura. Todo un equipo de médicos. Y unido. De diferentes disciplinas. Porque no necesitamos esos micropartidos de cada ego ni minilíderes obtusos. No necesitamos defensas de la patria que contribuyen a alimentar al enemigo. No necesitamos analistas de red social. No necesitamos soluciones de barra de bar. No necesitamos tanto defender nuestra singularidad, nuestras pequeñas nimiedades sino entender que debemos crear un sistema donde las ideas puedan ser defendidas, donde se escuchen las opciones, donde se respete a todos y no se permitan ni chantajes a la nación, ni estructuras políticas cerradas. Debemos, en fin, sumar. 

Necesitamos unión por unos mínimos para crear una democracia auténtica, un sistema abierto. Lean Catársis, ya comentado aquí. Debemos entender que si cada uno nos cerramos en nuestras propias prioridades jamás construiremos nada. Porque muchos han olvidado que la política es el arte del pacto y del negocio y hay que prepararse para poder formar una alternativa más allá de principios excluyentes. Sobra radicalismo sectario.

Si  no se genera una corriente auténticamente democrática, reformista, nacional, dispuesta a proteger derecho y libertad en todos los ámbitos con unas garantías jurídicas basadas en la independencia del poder, con libre acceso a la arena política, nada podrá ya ser defendido. Ni siquiera tantos principios que hoy nadan en la marginalidad. Al menos cambien la estrategia... Urgen mentes abiertas, espíritus genenerosos. "No podemos lavarnos las manos", dice el Papa Francisco. No podemos decir, como me decía ayer un amigo "a mi no me interesa la política, porque no creo en ella" porque así alimentamos aún más el poder de los que nos han estafado.

Piensen, mediten, dejen los tópicos. Abandonen el sectarismo. Sólo sumándonos a un grupo cualificado, una minoría inteligente, formada, culta, respetuosa y ambiciosa, con fe e ilusión es nuestra esperanza de crear la auténtica mayoría que sacará a España del Estado de Corrupción nacido del Régimen de 1978.


miércoles, 27 de abril de 2011

EN EL DÍA DE MI CUMPLE...

Creo, sinceramente, que el hecho de haber nacido, es una de las cosas más importantes que hice, con todo lo que eso supone para el resto de las cosas que he hecho luego. Y eso que no fue culpa mía.  Con esto queda claro que me da la sensación de que la vida me pide algo más que haber nacido. Y uno intenta devolver lo que la vida le ha dado porque también la vida suele devolver lo que uno debe dar a la vida.

Nací en Madrid, un jueves 27 de abril de 1978 sobre las 11:30 de la mañana. Desde ése mismo momento, creo que es una hora perfecta para despertarse por la mañana, a no ser que uno tenga cosas que hacer antes de ése momento, que suele ser lo habitual, desgraciadamente. Me adelanté en tres semanas a lo previsto (cosa que me pasa mucho desde entonces), pesé unos cuatro kilos, lo cual significaba que fui un bebé grande, pero de nada sirvió puesto que no he pasado nunca de los 1,67 metros de altura. Recuerdo que fui buenísimo siempre, porque un bebé siempre puede ser peor. Comía bien, dormía mucho y si lloraba no me hacían ni caso, pues era el tercero de una serie de siete. Me bautizaron el 24 de mayo en la Iglesia de los jesuitas de la calle Maldonado de Madrid.  En mi bautizo se vería, en cierto modo, que la polémica me acompañaría algunas cuantas veces más en mi vida. Mis padres quisieron llamarme Juan, pero mi abuelo Blas tenía ya varios nietos y ninguno se llamaba  Blas Piñar. Así que debo tan ilustre como polémico nombre a mi abuelo, que es mi padrino,  y que justo se llamaba del mismo modo, como no podía ser de otra manera, puesto que quiso que yo me llamara como él.

Creo que siempre resulté el gracioso porque mi hermano era el guapo. Yo siempre oía a la típica pepa  decir “qué niño mas guapo, y éste, qué gracioso”…Hay gente que no entiende que, a veces, es más educado no decir nada. Pero lo más gracioso que hice de niño inconsciente, pero que no tuvo ninguna gracia, fue meter una horquilla en el enchufe de la peluquería donde un día mi madre se peinaba durante casi cinco horas (más o menos), haciendo saltar toda la instalación y provocando el histerismo de las señoras enruladas y a medio peinar…Culpa de mi madre porque, ¿a quién se le ocurre llevar a un niño de tres años tanto tiempo a jugar a la pelu? Normal.  Desde entonces no he vuelto a ir a peluquerías de señoras. Tengo un trauma con este asunto tan desagradable.

Después conviví con mis padres y hermanos, que dirán que siempre me han aguantado sin reconocer lo que yo también he tenido que aguantarles con toda seguridad; estudié y me aguantaron pacientes profesores;  me casé hace cinco años para que continuara aguantándome mi encantadora mujer –eso sí, advertida por sus cuñadas- y tengo dos hijas que son las únicas que, de momento, se divierten conmigo, pero que dentro de poco tendrán que aguantarme, lo cual se producirá en el mismo momento en que yo tenga que aguantarlas a ellas…Al final, uno puede darse cuenta fácilmente de que la vida consiste en aguantarse y que le aguanten. Y ya es bastante si uno consigue ambas cosas.

Uno, a sus 33 años (no dejan de ser una edad que impresiona, por motivos que cualquier persona culta puede comprender), tiene que seguir dando gracias cada día a tantos. La vida es bonita y merece la pena vivirse, con lo que haya venido, con lo que tenga que venir. Por eso, hoy, doy las gracias a Dios, a mis padres, a mis abuelos, hermanos, tíos y primos, a mis amigos, a mi mujer, a mi familia política, por todo lo que les debo. Abruma todo lo que uno debe a otros. Solo quiero ser capaz, algún día, de llegar a compensar tantas cosas buenas que he recibido. Cada día, este reto, es una exigencia que incluye inventar qué puede hacer uno para conseguir el objetivo descrito,  y a pesar de los fracasos y de las maldades de los que uno aprende, el enfoque es muy claro.  He plantado árboles y tenido hijos…Y  estamos aquí por y para algo más, ¿verdad?