Leer antes primeros 3 capítulos en http://elalcaldedezalamea.blogspot.com/
En la vida ocurren cosas graciosas. Escribo de nuevo la frase que escribí cuando me intentaron quitar el premio: “en las sombras urden trampas pero la jugada les salió mal, porque Dios juega con los malos”. Así es, ellos me llevaron para aprovecharse y tumbarme en el último minuto, según he sabido después. Me quisieron para utilizar mi nombre, dar morbo y audiencia a un concurso insignificante, queriendo explotar la posibilidad de que ganara hasta el último segundo para llevarse los 1,42 € de cada voto telefónico (una cantidad enorme, fueron miles), pero no calcularon bien y el sistema informático me dio ganador, con las normas objetivas, al contabilizar el voto de la audiencia. Es decir, que gané y gané con una mayoría de votos del público y gracias a la objetividad del sistema informático, según confirmó el empleado de la compañía contratada para gestionar los votos. Entonces, empezaron maniobras extrañas para quitarme mi clara victoria. Cinco días después de la final, recibí un email de la Dirección General, diciéndome que renunciara a mi victoria, que renunciara al coche y que no iban a reconocer públicamente que todo era debido a un fallo. Transcribo algunas frases de aquél email:
“El fallo es de Intereconomía y debe asumirlo ante la audiencia. Es verdad que el voto del público debía contar, pero también que el jurado era en este caso soberano…Que lo que no contaremos, pero que debe hacerse por justicia, y esto es lo que más me duele pedirte, es que renuncies al premio del coche. Me duele sobre todo porque tenías pensado donarlo, pero creo que es lo justo...Que te debo pedir disculpas personalmente y en nombre de la casa por la situación creada, incómoda para ti el viernes y bochornosa para nosotros. Así que, perdón. Eso es lo que hemos pensado después de mucho hablarlo. Sinceramente creo que los pocos que han podido criticarte por tu nombre han tenido que callarse al ver las cosas que decías y lo bien preparado que estabas…asumimos nosotros todo el problema de comunicación generado”.
La verdad es que no asumieron nada ante nadie, pues no explicaron a la audiencia estas maniobras. Al menos reconocían que yo lo había hecho bien y que había gente que me rechazaba por mi nombre, cosa que, hasta el momento, negaron. No admití el abuso, amenacé con una demanda, nos movilizamos por Facebook, se asustaron y fui citado para reunirme el 16 de septiembre con el Abogado del Grupo, Juan José Aizcorbe, un caballero, y Julio Ariza. Éste se comprometió, el día jueves 16 de septiembre a las 13:45, en su despacho, delante de Juan José Aizcorbe, a volver a considerarme ganador y a mantenerme 3 meses en El Gato. Incluso, Ariza, me dijo: “Lo has hecho muy bien, no tengo ningún problema con tu nombre, te lo has ganado y quiero que vayas a El Gato”.
Me quedé tan contento. Era lo justo. Pero a las pocas horas, volvían a pasar cosas raras, esta vez en la prensa, al día siguiente. Dios sabrá quién filtraba lo que ocurría por allí a medios como El Confidencial, que fue objetivo en la explicación de los hechos, o a El Plural, que acusaba a Intereconomía de hacer tongo a mi favor. Nada más falso, ni injusto, precisamente todo se debía a que querían quitarme del medio…Yo no estaba preparado para tanto revuelo.
Con todo, quise reunirme el 4 de octubre con Antonio Jiménez, Director de El Gato al Agua, que fue amable conmigo, para decirle que no se preocupara, que estaba encantado con participar y que, de hecho, estaba seguro que una persona joven y opinión independiente sería muy bueno para el crecimiento de la audiencia de su programa. Y así, me convocaron a El Gato del 12 de octubre. Era una trampa. El comportamiento conmigo de Carlos Dávila y Pedro Juan Viladrich fue agresivo y maleducado, como pudo verse. Hasta en privado me dijo Viladrich, sin conocerme de nada, que “los de extrema derecha sois como la ETA”. No pedirá perdón por la grave ofensa, pero yo ya he perdonado su amargo complejo. Sí, complejo típico de la derecha antifranquista sobrevenida (como tantos de la izquierda que denuncia Joaquín Leguina en su último libro), derecha falsa y que se enorgullece de la amistad con la izquierda y que me ha odiado por llevar el nombre de un español como pocos. Es la derecha del complejo, que le debe todo al Régimen anterior, falsa, nada liberal y tirana de puertas para adentro.
El día de la Hispanidad, habiéndome ganado un puesto en la mesa de tertulias me sentaron detrás, alejado, sentado aparte con otro de los concursantes, el finalista Juan Carlos García, todo un caballero, que captó el juego sucio inmediatamente. Así me lo dijo unos días después, en una conversación valiente y elegante. ¿De qué tenían miedo? No me dejaron debatir, menospreciándome. Era el miedo de su propio complejo. No me volvieron a convocar ni fueron capaces de decírmelo. Y eso que había confirmado con Elena Fraile, Jefa de Producción de El Gato, mi agenda para los futuros programas, hasta final de año. El martes 19 de octubre me invitó a comer Enrique de Diego. Me dijo algo que se cumplió y por lo que le estoy agradecido: “Olvídate, no te van a volver a llamar, hay algunos sicarios de la casta del PP que no quieren a alguien con tu nombre en un programa tan influyente. Otros te apoyan, pero son cada vez menos, tienen miedo. A mí, que critico el sistema, ya no me llaman para ir a El Gato. Pero no puedes permitir que tus padres tengan que arrepentirse de haberte llamado por tu nombre”. Esa tarde, envié un email a Elena Fraile para confirmar que iría a Intereconomía, pues era el siguiente día acordado. Me contestó a las 20:30, “No estás convocado”. Y nada más hasta hoy.
Me consta que, en todo este proceso, hubo potentes presiones políticas y hasta económicas. Alucinante. Presiones, que un periodista de El Mundo me confirmó, y que, al parecer, se debían a la campaña electoral catalana, que tenía lugar en esas fechas. Así, el PP, habría entregado, supuestamente, una suma enorme a Intereconomía a cambio de no dejar salir a Albert Rivera o a Josep Anglada en sus programas. Rivera y Anglada eran los candidatos que más votos podían quitar a Alicia Sánchez-Camacho. Y yo fui víctima de aquello, pues, al parecer, me metieron en el paquete. Parecerá absurdo, pero me fío de los investigadores de El Mundo, que se las saben todas. Pero nada justifica nada de lo que me hicieron. Fue tan injusto que otros concursantes siguen siendo invitados a participar en diferentes tertulias de la cadena, lo cual me alegra, por la amistad que les tengo y porque siempre es bueno ver caras distintas. Se entienden las miserias humanas en los seres humanos. Nunca quisieron hablar conmigo cara a cara. Habían ya decidido cómo yo era y así no me quisieron más que para su provecho económico.
Después, pasadas unas semanas, amigos míos me han ido contando de la tensión vivida en Intereconomía, de la prohibición absurda de comentar sobre mí, sobre extraños anónimos, cartas y emails, y de amenazas o llamadas que han recibido. Lamentablemente, mi confianza en el Grupo de Julio Ariza es casi nula (lo pueden comprender), y apenas me creo estas cosas. Sé que, para justificar la decisión de incumplir conmigo lo que se había pactado, algunos han tenido un afán de colgarme una etiqueta como si quizá hubiera pertenecido a las juventudes hitlerianas y, así, algunos calumnian y me acusan de disparates. Con esto, estaría justificado haberme quitado del medio. A una amiga, periodista de La Gaceta, al parecer, le dijo Carlos Dávila, un domingo de octubre (lo cual repitió a un directivo de Televisión Española, uno tiene amigos en todos lados): “Es que este Blasito tiene mucha fuerza y dice lo que piensa, y de forma independiente, no le podremos controlar”. Estaría bueno. Allá ellos, que ya ni se quiénes son. Pero lo que no pueden pretender es cometer injusticias y que todo siguiera como si nada. Engañaron a mucha gente y con dinero de por medio. ¡Claro que habrá algunos indignados que no han vuelto a sintonizar Intereconomía o a comprar La Gaceta, o les han llamado o escrito en Facebook o en su web con enfado, quejándose! ¡Es lógico!
El final, mañana a primera hora