Nos han contado un cuento demasiado dulce. El otro día lo comentaba con una religiosa del colegio de mis hijas y concluimos: la Navidad es una historia muy dura...
Efectivamente, los personajes de la Navidad tienen un mérito enorme: el mérito que nace de ejercer la libertad auténtica. Se pone uno a meditar sobre ello y cae en la cuenta de que las ciudades iluminadas y la preocupación por los regalos -más allá de los tópicos- son un pobre reflejo del ansia de Luz y de Riqueza. De las de verdad...
Primero la Virgen, sin su SÍ nunca hubiera existido la Navidad. Tremendo. Y el papel de San José es impresionante: en medio de una sociedad que le desprecia como también ocurriría ahora -porque los defectos de los hombres son siempre los mismos-, él comprende su misión y sostiene a la Madre y al Hijo en todo momento.
San Joaquín y Santa Ana, santa Isabel y Zacarías que por dudar del ángel quedó mudo hasta que se cumpliera el anuncio del nacimiento de su hijo Juan. Y el viaje de la Virgen para visitar a su prima y confirmar con su embarazo el suyo... Imaginen a María, varios días por esos caminos áridos, dándole vueltas al mensaje del ángel Gabriel. Allí estuvo tres meses. Y San José esperando, lleno de dudas, pues estaba ya desposado... Y luego todo se precipita:
Herodes, que ve peligrar su poder porque nace un nuevo Rey. Unos sabios se ponen en camino después de estudiar los astros y los textos durante años. El posadero, con sus preocupaciones y su negocio -¿qué sabe él de quién se trata?- está a lo suyo; si lo hubiera sabido, qué gran negocio que Dios naciera en tu casa... La terrible situación de no encontrar alojamiento decente para dar a luz en una noche de invierno, en una aldea remota y oscura como serían los tiempos sin luz eléctrica que nos cuesta imaginar...Y sin embargo, la estrella...
Los pastores y los sabios, que son los que acuden a adorar al niño. Los ricos y los pobres. El sacerdote decía hoy en la homilía que a Dios le adoramos o como pastores pobres o como sabios reyes. Y lo más normal y sencillo es que lo hagamos desde la pobreza, porque es difícil ser sabios como los magos de la Navidad: que sabían mirar con profundidad y tenían esperanza humilde...
Podemos saborear este relato yendo al Evangelio de San Lucas y leyendo estos comentarios http://www.aciprensa.com/navidad/nacimientocristo.htm, dejando de pensar que ya nos lo sabemos. ¿A que no sabían que Belén significa Casa del Pan? Impresionante, no me digan...Yo soy el Pan vivo bajado del cielo.
La fe muere si no se renueva. La Navidad es un hecho demasiado impactante como para quedarnos en dulces historias infantiles. La Navidad nos pone ante una cuestión clave en la historia del mundo y clave en nuestra propia historia personal. La Navidad es una historia de libertad, de esfuerzo y de sacrificio, de humildad: el misterio de un Dios que se complica la existencia para traer un poco de luz a una humanidad que necesita ser rescatada del mal constantemente. Se puede creer o no, por supuesto.
Pero ocurrió el hecho. La localización del lugar del nacimiento de Cristo está arqueológicamente bien lograda. Ya habla de ella San Justino, nacido sobre el año 100 en Palestina, señalándola y llamándola "cueva". El emperador Adriano, para profanarlo, instaló un bosquecillo sacrílego. Y con ello vino a lograr la perpetuidad de su identificación. Una noche en Belén nació un niño que esperaba la historia, un niño que adoraron los pobres y los ricos de limpio corazón, un niño perseguido desde su nacimiento, un niño que acabaría predicando esperanza y que fue crucificado por todos los que siempre quieren mantener sus parcelas de poder. Hoy vuelve a nacer, y no viene a solucionar nuestros problemas, sino a pedirnos una respuesta de verdadera libertad. Y entonces podremos empezar a solucionarlos.
FELIZ NAVIDAD