El 20 de enero del año 2014, a los
cuatro días de crearse VOX,
di
una serie de razones por las cuales decidí apoyar y trabajar por el
éxito de un nuevo proyecto. En ese artículo también decía,
con prudencia y desconfianza, que si me equivocaba sabría
rectificar, consciente de que algunos pueden actuar movidos por lo
que yo pueda decir... Es cierto que VOX nacía con una tara: ser el
partido que debía mantener el puesto de Vidal Quadras en Europa. A
pesar de eso, siempre he comprendido bien lo de los renglones
torcidos y lo del trigo y la cizaña, y por eso creía con toda
sinceridad que VOX podía y debía convertirse en el gran espacio de
la derecha que defiende la unidad de España y ciertos principios
básicos de nuestra tradición cultural cristiana, como después
explicó de forma excelente Santiago Abascal
en
un artículo en Libertaddigital pero que muchos de los cargos de
VOX no han tomado en serio y han ignorado. También es cierto que
desde los inicios VOX había marcado ciertas líneas para delimitar a
quiénes no quería admitir en esa casa de la derecha... Me acuerdo de sus sabias advertencias... Por miedo y
complejos, por no parecer radical... Pero, ¿alguien cree que a
Podemos le perjudica electoralmente su radicalidad o el apoyo de
grupos de izquierda claramente antisistema? ¡Al contrario!
Tras el fracaso de las elecciones
europeas, visto con optimismo como explico en mi libro
Del
PP a VOX, porque se podría reconducir al proyecto con fines más
nobles que colocar a la gente, se desató una crisis interna que solo
podía superarse modificando los estatutos y asegurando el liderazgo
potente y efectivo de Abascal, el único líder que realmente podía
ser nuestro capitán. Para ello, no se me olvidarán los días de
Santander hace justo un año, donde viví una gran experiencia
política -yo antes nunca había estado en ningún partido-
preparamos con buenos amigos la asamblea del 26 de julio para votar
los estatutos, tal y como explico en el libro que he citado. El
debate sobre el tipo de partido era realmente interesante. Muchos
teníamos clara la necesidad de un liderazgo de un presidente fuerte,
elegido democráticamente pero con poder real y no gobernado por
diferentes órganos que obstaculizan el partido como al final
ocurrió, frente a la adoración de la democracia interna actual, que
supone realmente una tomadura de pelo, una falsedad más, como vemos
en todos los partidos. Sobre la tomadura de pelo de las primarias en
los partidos hay muchas reflexiones interesantes, como las de Almudena
Negro, porque lo que realmente demandan los ciudadanos no es colocar
candidatos en los partidos, sino poder elegir representantes
directos, esto es, acabar con las listas cerradas y tener un sistema
en el cual el diputado responde ante los electores, no ante el
partido que lo elige. Pero esto es otro tema...
Pasado este año y medio de lealtad al
proyecto, tengo que decir que ya no puedo mantenerla. No pienso
criticar ni juzgar a nadie en concreto, y mucho menos dar pábulo a
cotilleos. Siento el máximo respeto por el papel de Santiago Abascal
y por muchas personas que siguen en VOX. A Santiago le considero mi
amigo y no voy a tener ningún inconveniente en seguir prestándole
mi ayuda y consejo cuando me lo pida. VOX ha tomado una serie de
decisiones que no comparto, he conocido una serie de hechos que me
repugnan y no puedo participar en un proyecto político en el que no
conozco ni las líneas fundamentales básicas, ni los objetivos de
fondo, porque aquel liderazgo fuerte que propugnamos hace un año y
que acabo de comentar se ha convertido en una camarilla incapaz de
liderar el proyecto, incapaz de mantener la ilusión, que envía
mensajes contradictorios y que, además, cuando quiere, dice cosas
contrarias a las pocas líneas marcadas por el presidente del partido
o a las ponencias escritas con esfuerzo por los miembros del consejo
político y con la colaboración de centenares de afiliados. Hace
unos días dimití del consejo político precisamente para evitar
discusiones bizantinas y así poder seguir siendo leal al proyecto,
porque pensaba que así evitaría quemarme. En estos últimos días
he conocido formas de actuar y pensar que no vienen al caso pero que
se han impuesto en el partido y que no se corresponden, en absoluto,
ni con mi forma de ser ni con mi forma de pensar. Ya me costó seguir
apoyando a VOX cuando se fueron personas como Joaquín Javaloys o
Fernando Paz...
Creo sinceramente que el proyecto VOX
ha perdido su oportunidad, como señalaba hace pocos días Pío Moa
en Twitter. No soy de los que dicen, cuando ya es tarde, lo que se
debía haber hecho, porque llevo desde enero de 2014 apoyando el
proyecto lealmente y a veces con mucho trabajo y esfuerzo. En este
tiempo he tenido discusiones desagradables con personas amigas y con
miembros de mi familia y tengo que reconocer, pasados los meses, que
yo no tenía la razón, que yo estaba demasiado ilusionado con mi
militancia, quizá una mezcla de ingenuidad y apasionada lealtad,
quizá también vivía un sueño desesperado en el que me empeñaba
en que existiera una derecha decente en España... La militancia
política en un partido es algo demasiado importante, demasiado
serio, porque te identifica públicamente con una serie de ideas y
personas. Pues bien, yo ya no puedo estar identificado con el
proyecto de VOX. Me ha costado mucho escribir estas líneas, pero me
cuesta mucho más no deciros la verdad. Lo siento por Santiago
Abascal, creo en su papel político, pero su
claridad de propuestas básicas y cercanas a lo que muchos españoles
están demandando están ahora mismo secuestradas y bloquedas, no se
de qué manera pero eso es lo que percibo, por una camarilla incapaz,
que tiene muchos complejos y nula experiencia política. Se han ido
muchas personas válidas de VOX que solo vinieron a apoyar, sin pedir
nada a cambio. Eso no ha servido para reflexionar ni para rectificar.
Ahora, VOX parece un club donde las decisiones más arbitrarias las
toman dos o tres personas, donde las promesas de transparencia están
bien escondidas y en el que se improvisan consignas en vez de
preparar argumentos sólidos sobre las polémicas actuales, se trate
de Grecia, de la crisis de la Unión Europea, de la memoria histórica
o del fracaso del régimen de 1978 que padecemos hoy.
Todo esto es lamentable, porque uno
tiene la sensación de haber perdido el tiempo, pero de todo se
aprende. Quizá esta experiencia nos sirva para sumar y no cometer
los mismos errores en el futuro. Porque dos cosas sigo teniendo
claras: primero, que España necesita un partido que convoque, una fuerza
patriota, con preocupación social por los españoles perjudicados
por el despilfarro y la corrupción, sin complejos, enfocado en el tiempo actual, radicalmente antisistema y, segunda, que VOX ha
renunciado a serlo.