En las convenciones de ventas de mi Compañía nos reunimos varios centenares de personas. Se habla de objetivos, de nuevos productos, de estrategias para vender más y de los cambios en la organización. Es aburrido, pero importante. Y además, tenemos la suerte de que suele quedar tiempo para conocer algo del lugar en el que se celebra la reunión. Para salir del hotel a tomar el aire, me había apuntado a una excursión para conocer el llamado “Jardín de Irlanda”, unas montañas preciosas plagadas de bosques al sur de Dublín, donde el agua cae del cielo cada rato y surge incesantemente de las rocas, formando arroyos alegres y lagos movidos por el viento que asemejan pequeños mares.
Cuánta la sorpresa y la emoción del que sale de reuniones donde se habla de innovaciones en el mundo de la biotecnología al encontrarse, durante la excursión, con unas ruinas de lo que fue el primer monasterio cristiano de Irlanda situado en Glendalough (La Tierra de los dos Lagos en gaélico). El monasterio fue fundado en el siglo VI por Saint Kevin, un joven de origen noble que quiso retirarse del mundo a un bello lugar, para acercarse a Dios a través de la compañía de esa naturaleza que también ha sido redimida por Cristo. Pronto se le sumaron numerosos jóvenes de su tiempo. Saint Kevin murió en el 618 dejando un monasterio dedicado a la contemplación, a la naturaleza y a la cultura. Por eso la Irlanda que no interesó a los romanos, pronto fue conocida como la isla de los monjes y de los estudiantes. El cristianismo había llegado a la isla gracias a Saint Patrick en el año 432. Una invasión de los Vikingos en el 795 y posteriores de los normandos acabaron dejando el monasterio en ruinas. En torno a la tumba de Saint Kevin, hoy contemplamos un pequeño cementerio, que recuerda a la costumbre cristiana como en Santiago, como en San Pedro del Vaticano, de enterrar a los difuntos alrededor del santo al que tanta devoción tiene todo el pueblo.
De vuelta al hotel -como si de un viaje en el tiempo se tratara-, la guía de la excursión nos decía que aunque la fiesta de Saint Kevin -3 de junio- ya no era oficial, la gente seguía llamando Kevin a los muchos niños, y que Irlanda estaba unida para superar ésta crisis de la que, ellos sí, ya estaban saliendo. Se quejaba de que tenían un 14% de paro, de las intervenciones de la troika y de que durante varios años tendrían que trabajar duro. Pero el país cuenta con multinacionales del sector tecnológico y farmacéutico que han encontrado a una sociedad fuerte, bien formada y acostumbrada al trabajo duro. Lecciones todas ellas imprescindibles para España… ¿Empezaremos a llamar Santiago a muchos niños españoles?
Un abrazo desde Irlanda, una tierra impresionante.
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