Comparto este artículo escrito hace unas semanas y que ha sido publicado en el número 185 (mayo-junio 2014) de RAZÓN ESPAÑOLA, la revista que fundara Don Gonzalo Fernández de la Mora.
Espero vuestros comentarios, creo que es un tema que debemos abordar con total seriedad y visión del tiempo que nos toca vivir...
En estos días agitados el
debate Monarquía o República vuelve a plantearse con tanta pasión como falta de
argumentos. Por un lado, la izquierda basa sus posiciones en reeditar lo peor
del período de 1931 a 1936, como si aquel periodo iniciado con un golpe de
Estado hubiese sido un modelo de democracia cuando la II República fue un
fracaso más de la nación, porque principalmente la izquierda solo quiso ver en
la República un medio para sus fines totalitarios. Por otro, la derecha enseguida
recurre al miedo a que la izquierda se comporte exactamente igual que entonces
para rechazar la posibilidad de la República.
Así, la derecha, mayoritariamente,
elude el debate. Es un error, porque la mejor manera de evitar que la izquierda
utilice la República para sus objetivos es que la derecha sea impulsora de un
nuevo modelo de Estado cuya forma política sea una República moderna y
democrática, esto es, un sistema con representatividad auténtica que garantice
la libertad política y el control del poder.
Conviene
señalar que algunos, además de mencionar el terror a una repetición de la II República
para evitar el debate actual sobre un sistema republicano en España, suelen
añadir que no es un buen momento para plantear el tema debido a la precaria
situación económica de España y a las tensiones que causa el separatismo, pero,
¿acaso no tiene el llamado juancarlismo
gran parte de la culpa de la mala situación que vivimos en el momento presente?
Y, más aún, ¿son sinceros los que aluden al argumento de la inoportunidad del
momento para no plantear la cuestión o, más bien, es un recurso para decir no a
la posibilidad de la República?
Centremos entonces los términos y el debate, porque no
podemos ni debemos eludirlo. Es más, debemos fomentarlo porque gran parte de la
derecha española no es consciente de la importancia que tiene afrontar el tema.
La Monarquía es una forma de Estado cuya principal
característica -aunque muchos lo
ignoren- es la unidad de poder: la etimología es maravillosa. Siendo así, no se
opone a la República, término que se refiere genéricamente al gobierno de la cosa
pública. Otra vez la etimología. Investiguemos. Según el Diccionario de la Real
Academia:
Monarquía es el Estado regido por un monarca, o la forma
de gobierno en que el poder supremo corresponde con carácter vitalicio a un
príncipe, designado generalmente según orden hereditario y a veces por elección y, también es el tiempo durante el cual ha perdurado este
régimen político en un país.
República es la organización del Estado cuya máxima
autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un período
determinado; en algunos países es el régimen no monárquico; por supuesto es el
Estado que posee este tipo de organización o de denominación
y se refiere también al cuerpo político de una sociedad, como hemos indicado.
Como vemos hay dos características que pueden enlazar ambos términos: que
el poder se representa por una persona y que, además, es elegido por la sociedad.
Y es que, efectivamente se dan Monarquías electivas y dos ejemplos buenos son
los Visigodos y el Papado.
Por tanto,
el problema político no es real si lo desvinculamos de la ideología, del
sentimiento o de la pasión. Es cierto
que todo ello forma parte de nuestra forma de ser, pero también es verdad que
podemos utilizar el raciocinio para encontrar soluciones más adecuadas para
todos, y para ello, esto es, para utilizar la razón y el sentido común,
conviene despojarse de prejuicios ideológicos, sentimientos y pasiones. Así,
por lo que hemos dicho, la cuestión es la unidad de poder y la posibilidad de
elegirlo, y es en esto donde reside el meollo de la cuestión. Si se da el caso
de que algunos tengan empeño en que el poder sea hereditario, podremos responder
que no hay un solo argumento racional para el tiempo presente para sostener tal
posición: ni si quiera el de la estabilidad. Basta mirar a la Iglesia Católica.
Entonces,
¿puede y debe la derecha asumir como un reto político propio, como un profundo deseo
de mejorar España precisamente en este tiempo, la defensa de un cambio político
para lograr una forma de Estado republicana? Sí, puede asumir este reto de la
República porque frente a las imposiciones del colectivismo que siempre es una
forma de totalitarismo, la derecha es una garantía para construir una
democracia de verdad partiendo de su compromiso con la libertad personal. Y sí,
debe asumir este reto de la República porque sería una irresponsabilidad para
con España volver a perder el tren de la historia por egoísmo, conveniencia o
por no entender la evolución de la sociedad o no querer involucrarse en las
cuestiones políticas y sociales más allá de sus preocupaciones económicas.
Otra razón
importante por la cual la derecha debe liderar sin miedo el debate sobre la
República es precisamente su marginación en el sistema actual. Me explico: la
Monarquía instaurada en 1975 por deseo del General Franco ha buscado, por su
propio interés de supervivencia, una legitimidad fuera de su propio origen.
Esta nueva legitimidad se ha basado en un pacto preconstitucional con los
enemigos de la Corona y de España, que son la izquierda y el separatismo. Así,
aunque la derecha ha quedado relegada, ha resultado muy útil para dar imagen
democrática al régimen, eso sí, comprometiéndose a respetar caso del llegar al
Gobierno, los acuerdos básicos del consenso y renunciando a defender sus
propios principios.
Profundizando
ahora en la cuestión democrática de la República, la derecha tiene un gran
reto, un reto realmente apasionante, pues, por razón del mismo principio democrático ya no tiene sentido defender la Monarquía en el sentido que se
comprende esta forma de Estado: no tanto por su unidad de poder como por su
carácter hereditario. No hay más que ver las soluciones, más bien apellidos,
que han de darse a la Monarquía moderna para ocultar su incompatibilidad con la
democracia: Monarquía de partidos, Monarquía constitucional o Monarquía parlamentaria.
Porque con estos apellidos se quiere disfrazar el carácter no democrático, por
cuanto no elegible, del Rey. Ocurre, además de que el Rey es una figura no
elegible por el ciudadano, el hecho aún peor de que es inviolable, lo cual se
opone a la igualdad ante la ley. Con ello, tenemos todas las garantías para la
corrupción del sistema, del Rey abajo todos, porque suele ocurrir que el Rey
acaba reinando y gobernando sin control posible. Desgraciadamente podemos
comprobarlo en España.
Técnicamente
–y continúo con el reto democrático que tiene una derecha nacional, democrática
y moderna por delante-, por lo señalado en el párrafo anterior, la República
puede ser –si se construye con cimientos serios y racionales, sin sectarismo-
la gran posibilidad de libertad política para España. Porque mientras el Rey se
reserva siempre un espacio de soberanía que excluye al pueblo, la República,
por el contrario, garantiza que la soberanía resida de hecho en todos los
ciudadanos de la Nación. Por tanto, con este nuevo enfoque, mantenemos la
unidad de poder –el poder lo tiene el pueblo exclusivamente- y el principio
democrático. Después, el pueblo puede delegar todo el poder que posee en los
diferentes poderes y contrapesos para garantizar el correcto funcionamiento de
las instituciones con independencia y libertad. Así se construye un verdadero
sistema de democrático.
Por último,
como conclusión, sostengo que la derecha puede y debe asumir el liderazgo de un
cambio que llegará más pronto que tarde por una razón y un deber fundamental,
que es el patriotismo. Porque por encima del Rey está la Nación y si la Nación
puede peligrar por culpa del Rey, conviene recordar la sentencia de un
elocuente orador de la Primera Legislatura de nuestra mediocre democracia,
escrita en 1979: “la Monarquía es para el pueblo y no el pueblo para la
Monarquía… Y dada la situación que vive hoy la Patria se hace necesario pensar
en la República al servicio de la unidad y la libertad de España”.