Gracias a una madre, el universo descubrió de nuevo el rumbo hacia lo Divino. Ser madre es la cosa más importante que se puede ser en la vida. Después, de lejos, están los padres. Ser madre es un don. Nada como la tradición y la familia cristiana para ensalzar la figura de la madre. El progresismo destructor se ha cebado con la maternidad, porque una madre es lo más grande que puede ser un ser humano en la tierra.
Una madre sabe lo que te pasa con mirarte a los ojos y te advierte con tiempo suficiente de ciertos riesgos: esa amistad, ese aprovechado, ese traidor, esa empresa, esa asociación, esa amiga… Las madres, cuando lo son de verdad, siempre saben todo eso y mucho más. La intuición de una madre es angelical, en el sentido teológico del modo de conocer. Las madres nunca reconocen que se cansan porque siempre quieren estar preparadas para atender a todos. Son incombustibles y están pendientes de cualquier detalle, por muchos que haya en la familia. Hay madres que además de sus hijos, tienen capacidad para más. Tal es el Don que han recibido. Siempre merecerán admiración. Cuando el padre asume que la madre es capaz de resolver las cosas de una forma mejor, todo funciona de maravilla. El feminismo quiere mujeres que renieguen de la maternidad porque el feminismo es una forma sutil de odio a las mujeres. El feminismo quiere liberar a la mujer precisamente de ser mujer, para convertirla en la peor copia de un hombre sin moral. El feminismo es ideología al servicio del socialismo y de la destrucción de valores. Su fruto más negro es el aborto: el aborto como derecho, como el siniestro derecho a matar a tu propio hijo: una aberración que sólo se entiende desde una concepción puramente religiosa y técnicamente satánica. La foto más dura que puedes ver es un feto triturado durante su gestación, y la de su madre con los ojos perdidos, la vida vacía y el alma destrozada si no llega pronto una mano de amor divino que la sane.
Las madres son sagradas, porque de una mujer que quiso ser madre dependió todo lo bueno que hay en nuestra vida: el mismo Dios “quiso depender del sí no forzado de una mujer para salvarnos” (Benedicto XVI). Y no sólo a nosotros, los humanos, sino a toda la creación: un cielo nuevo y una tierra nueva. Por eso el primer sano cuidado por la ecología es nítidamente cristiano. El ecologismo, en cambio, casi siempre es ideología para oscuros intereses. Detrás de muchas organizaciones ecologistas y feministas sólo hay ciertas sectas encargadas de pervertir nuestra mejor herencia cultural. La naturaleza ha sido considerada madre por esos pueblos que siempre esperaron un grito de liberación, y que Dios mismo daría muy pronto para restaurar el orden perdido. La Iglesia es también nuestra madre. Ser madre es el mejor símbolo de amor.
Se descubrió hace poco que ante la sonrisa de su bebé recién nacido una madre recibe una descarga de ciertas hormonas con un efecto positivo semejante al de la cocaína, pero sin sus efectos adversos. El bebé sabrá siempre quien es su madre, desde la gestación. Romper el lazo madre-hijo es rasgar uno de los tejidos de amor más precioso y por supuesto que tiene consecuencias. Es muy difícil que nada vaya bien sin tu madre, por eso siempre es un consuelo que, si un día te falta, saber que tu madre está en el cielo, que es una manera aún más presente de estar aunque sin duda más misteriosa. Nunca olvides a tu madre. Haz siempre lo que puedas por tus hijos.
Las madres son lo más importante que se puede ser en la vida y el mundo necesita cada vez más de madres que den la vida por sus hijos. Ser madre es sufrir y llorar, pero los mejores frutos no se consiguen sin grandes esfuerzos. Hay miles de ejemplos de madres que a lo largo de la Historia lograron cambiar el rumbo que habían tomado las vidas de sus hijos. No es cierto que detrás de un gran hombre haya una gran mujer: es más probable que hubiera una buena madre. Tampoco es verdad que los padres o las madres son los que peor conocen a sus hijos, porque tu madre sabe qué piensas por el tono de la voz y, sin un día la ofendiste, te lo dará todo de nuevo por una lágrima de perdón. Las madres son una figura sabia, son la belleza más bella que puede alcanzar una mujer. Una madre vela las noches por un hijo enfermo y cada hora de sueño perdido es energía para un amor inacabable.
Si hoy he escrito esto es porque tengo la suerte de conocer a muchas madres maravillosas, unas cercanas, otras no tanto. Para todas ellas: sois el mejor ejemplo para lograr una vida plena.