domingo, 10 de marzo de 2013

El reto del nuevo Papa: “se puede ser moderno y fiel a Cristo” (Juan Pablo II)

Dedicado a @paterdavid, porque conversando con él, decidí escribir este artículo...
-¿Por qué no estás alegre? –pregunta el Padre bueno a su hijo mayor, que refunfuña apartado porque el hijo menor había regresado tras dilapidar su parte de la herencia paterna. Y con el mismo amor con el que había recibido al que volvía arrepentido, invitaba al siempre fiel a incorporarse a la fiesta…
Estamos en el Cuarto Domingo de Cuaresma, conocido como Domingo de la Alegría, día especial en un tiempo de oración y penitencia. Y hoy se lee el Evangelio de la Parábola del Hijo Pródigo. A la vez, toda la Iglesia católica está orando, y el resto del mundo expectante, ante la semana decisiva en la que –casi seguro- un nuevo Papa será elegido.
Está siendo francamente interesante la cobertura de los medios de comunicación de todo tipo, y con diferentes intenciones, en relación a la Iglesia católica: papables, entrevistas, reflexiones, conspiraciones absurdas, artículos... Desde que Benedicto XVI anunciara su renuncia, todo el mundo mira a Roma. No es para menos: vivimos un tiempo decisivo, crucial, en el hemos de elegir entre civilización o barbarie. No es una exageración. El nuevo Vicario de Cristo será fundamental, no sólo para toda la Iglesia, sino para un mundo perdido, sin rumbo, sin mapa y sin referencias.
Es cierto, y triste, que muchas personas estén aceptando una información muchas veces sesgada sobre lo que ocurre en la Iglesia. Peor aún es que muchos católicos se dejen manipular, poniendo en peligro su fe, su paz espiritual y su esperanza, por esa misma información tergiversada. La elección del Papa no se realiza entre luchas políticas, batallas de progres contra carcas, o entre conspiraciones masónicas y misas negras, o siguiendo los dictados del mundo ni, mucho menos, entre cardenales ávidos de poder. Al contrario: pocas veces en la Historia de la Iglesia hemos encontrado un colegio en el que abundan cardenales preparadísimos para ésta gran tarea. Es más, si el Papa ha renunciado después de vivir “tiempos en los que el Señor parecía dormir” es porque es consciente de que por fin “se ha barrido la suciedad que había en la Iglesia.” Efectivamente: “Es Cristo quien conduce la Iglesia, la barca es suya y no la deja hundirse” y “la palabra del Evangelio es la fuerza de la Iglesia. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.”
Entonces, si esto nos ha dicho Benedicto XVI el día antes de renunciar al papado, ¿por qué hay tantos católicos que no están alegres?  El tema es complejo y llevo reflexionando sobre él muchos meses. Porque el mismo Papa nos ha dicho que los problemas de la Iglesia no vienen tanto de fuera como de los enemigos interiores.
La Iglesia sufrió una profunda crisis durante la segunda mitad del siglo XX que Juan Pablo II y Benedicto XVI supieron, primero controlar y luego erradicar, durante sus pontificados. Ya no se puede hablar de una Iglesia de conservadores y progresistas. Estamos en otro tiempo. Estamos, de hecho, empezando a comprender lo que dice el Concilio Vaticano II después de habernos dejado manipular por sus interpretaciones. Cualesquiera de los que se quieren colocar en uno de los dos bandos de tiempos ya remotos no hace sino contribuir a la falta de alegría. Pocos saben, de hecho, que en España están aumentando las vocaciones a un rito del 6% en los últimos tiempos y que, en las diócesis y las órdenes religiosas fieles a la fe, no faltan nunca nuevos miembros.
El nuevo Papa tiene el reto de predicar al mundo de hoy, con palabras de hoy, el mensaje de siempre. ¡El mundo necesita más que nunca de la Palabra que es Camino, Verdad y Vida! Debe hacer realidad aquello que dejó dicho Juan Pablo II al despedirse de España: “se puede ser moderno y fiel a Cristo.” Ésta breve, pero profundísima frase, encierra, junto con ésta otra de Benedicto XVI –“la Modernidad tiene valores positivos porque nacen precisamente del cristianismo”-  el gran reto de la Iglesia: conjugar Tradición con un mensaje para un mundo que necesita encontrar fundamentos a una razón perdida. Así, llegando a España, Benedicto XVI dijo en el avión: “el renacimiento del catolicismo en la época moderna se produce sobre todo gracias a España, donde figuras como San Ignacio, Santa Teresa o San Juan de la Cruz dan forma a la fisionomía del catolicismo moderno. Pero es también verdad que en España nació una laicidad, un secularismo fuerte y agresivo, como vimos en los años treinta. Este choque entre Fe y Modernidad, ambas muy vivaces, tiene lugar de nuevo hoy en España". Por eso "el futuro de la Fe y el encuentro entre Fe y laicismo tienen su punto central en la cultura española". Es el gran reto, otra vez, de la Iglesia. Sin duda.

Porque hoy vivimos las consecuencias de una Modernidad extraviada. La Modernidad es el proceso que nace en ambientes intelectuales cristianos –las universidades de Europa-, en el que se buscan, legítimamente, nuevas respuestas desde una autonomía humana –dejando de lado las antiguas estructuras de pensamiento típicamente católicas-, porque el mundo estaba cambiando ante los nuevos avances sociales, políticos, científicos y filosóficos. Si bien España produjo sabios y santos que supieron responder al reto conservando la esencia de la fe, en el resto de Europa, con el tiempo, tal proceso se extravió haciendo absoluta la razón, negando a Dios y, con toda lógica, acabando en el relativismo más absurdo e irracional que hoy padecemos.
Frente a las diversas corrientes de pensamiento que con sus errores provocaron desde los totalitarismos a las guerras mundiales, la Iglesia supo siempre alertar, en una lucha agónica, de las causas que estaban produciendo tan nefastas consecuencias. Ahí está la doctrina del XIX y de la primera mitad del XX. Pero quizá la Iglesia –qué bueno es eso de saber reconocer los fallos- se enfrentaba a un mundo sin comprenderlo totalmente, condenaba a unos hombres errados a veces sin amarlos y, asumiendo el gran papel encomendado, protegía el tesoro de la Fe de una manera que también lo hacía inaccesible aunque, es evidente, que gran parte de los poderes del mundo tampoco estaban interesados en conocer lo que la Iglesia tenía que decir… Fe y Modernidad parecían irreconciliables.
Pero ahora vivimos un tiempo nuevo. Juan Pablo II y Benedicto XVI se han distinguido por un profundo diálogo a todo nivel con el hombre de hoy, con los hombres que padecen los errores de la Modernidad, y no para condenarles sino con el objetivo de encontrar los puntos de reconciliación, que los hay, y son numerosos. Ha sido posible porque estamos ante dos gigantes del pensamiento, cargados de Fe y Razón, capacitados para responder sin titubeos a los complejos retos de un pensamiento desnortado. Si ellos han dejando sentadas las bases teológicas y filosóficas necesarias para comprender y responder al mundo de hoy, el reto del nuevo Papa es comunicarlas a un mundo hambriento de esperanza.
Así, Benedicto XVI ha barrido la basura que carcomía a la Iglesia, ha seleccionado obispos y cardenales fabulosos, ha consolidado la enorme doctrina de Juan Pablo II, ha avanzado más de lo que nadie imaginara en las vías de diálogo con las otras comunidades cristianas y ha rematado su valioso pontificado con su renuncia  dejando boquiabierto al mundo y despertando a tantos católicos dormidos, de manera que todos los ojos de la humanidad se centran ahora en la elección de su sucesor, que será sin duda un Papa más bien joven, pastor, valiente, comunicador, sorprendente y que hará mucho más por sacarnos de la grave crisis que vivimos, que cualquier medida financiera que tomen los bancos centrales, porque no se debe olvidar que nuestra crisis es, ante todo y sobre todo, espiritual.
¿Cómo no vamos a estar alegres?

4 comentarios:

  1. Bravo Blas!!! Magnífico!!
    Ana R.A.

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  2. Blas ayer estuve en Misa en una ciudad de Castilla mi mujer y yo eràmos los mas jòvenes exceptuando un quinceañero ambos sumamos un siglo Prefiero equivocarme pero pienso que la gente en generalno cree en nada ni tiene interès en la educaciòn cultura etc Gracias por tu blog y tambièn a Geppeto Un abrazo Juan Viejo

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  3. Tiemblo solo por pensar que el nuevo Papa pueda ser español
    Me da escalofríos que la Iglesia Universal pueda estar regido por alguno de los cardenales que tenemos.
    Pánico
    http://lapoliticadegeppetto.blogspot.com.es/

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  4. Muy buen artículo Blas!!! Pero Benedicto XVI o no ha podido o se le ha olvidado echar a la basura a Angelo Sodano y a Bertone.
    Me encantaría que el próximo Papa fuera español!!!
    Un abrazo Blas!!!

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